Mercado y Mercader

09 sep 2021 / 17:27 H.
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Resulta paradigmático que a un gabinete como el de Sánchez se le haya subido el precio de la luz hasta estos límites insospechados hace pocos meses. Y, ojo, no es que Sánchez se distinga por su rojez, que ya sabemos que él tuvo querencia hacia Ciudadanos y no hacia Unidas Podemos, y que la situación le empujó a inclinarse hacia la izquierda más que a la derecha, digamos centro tendenciosamente a la derecha... Habría que argumentar, en ese sentido, que el partido de Yolanda Díaz ejerce de contrapeso —más emocional que racional— en una interesante balanza frente a los abusos del capitalismo exacerbado. Ahora bien, no se trata de que el precio de la luz desgaste solo a los ministros del PSOE, sino que está lastrando al Gobierno, y eso genera un debate que sobrepasa las siglas o las buenas intenciones. De buenas intenciones y pésimas realizaciones abundan los gabinetes de uno y otro color. Me refiero a la imposibilidad de que los ejecutivos de los Estados controlen el Mercado con mayúsculas. ¿Quién pone el precio de la luz, las compañías, el gobierno, o el negocio del gas natural que, al parecer, anda por las nubes en forma de cirros, cúmulos y estratos? El quid de la cuestión tiene que ver con los problemas en Siria y no sé cuántos otros lugares que nos abastecen, y Rusia es el mayor vendedor a Europa, que luego repercute a la hora de generar energía. O la guerra fría entre Argelia y Marruecos, que ahora impide que el gas circule por territorio de nuestros vecinos del sur. Contradicciones del mundo contemporáneo que se sitúan más allá de estrategias geopolíticas, y que se relacionan sobre todo con las fluctuaciones bursátiles en función de los recursos de regiones, yacimientos y tejemanejes a nivel internacional.

A nadie se le escapan mis afectos hacia este gobierno, la propuesta que encarna, pero eso no quita que no vea los problemas que debe afrontar. Son retos que van erosionando, y la oposición se frota las manos ante estos conflictos. Sánchez ha de intervenir sin dilación, porque el asunto de la luz es un arma de doble filo para las baterías demagógicas del PP, y sus secuaces de Vox. Con una entrevista en El País no se solucionan las cosas, y ya se sabe que la izquierda tradicionalmente no vende bien sus logros. Conviene en esta ocasión adoptar medidas que atajen no solo la subida, sino que nos empujen a tarifas razonables para nuestro país. Que no comparen los precios con Alemania o con Inglaterra, porque de igual modo deberían medir los salarios mínimos de esos países con el nuestro...

Los de la derecha, aunque dos partidos distintos (Ciudadanos ya no cuenta), se presentan como una suerte de bicefalia que busca lo mismo con métodos gradualmente contundentes, dependiendo de la imagen que quieran proyectar, moderados los de Casado, radicales los de Abascal. Aunque al PP le duela haber perdido casi Cataluña y el País Vasco en aras de Vox, saben que ese voto puede volver a su redil, apoyándose en el consuelo populista de Ayuso... Que sea lo que tenga que ser, de acuerdo, pero que la izquierda actúe. Que no se detenga... Táctica y estrategia, que diría el poeta. Una cosa son las condiciones objetivas, y otra las subjetivas, que argumentaría Trotsky, el revolucionario bolchevique asesinado hace algo más de ochenta años por un exiliado español estalinista, Ramón Mercader, sanguinariamente con un piolet.

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