Memoria y justicia

    09 feb 2020 / 11:13 H.
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    España tiene una tradición migrante que, debido a la inestabilidad económica y laboral, ha vuelto a teñir el futuro de sus ciudadanos. Sin embargo, ¿cómo es posible que a día de hoy el racismo siga presente en calles, medios e instituciones? Las camisetas de fútbol se venden sin distinción de banderas, mientras acudimos al cine donde actores y actrices de todas las nacionalidades conquistan nuestra cartelera. El racismo es una lacra antigua y destructiva, que lleva a deshumanizar a determinados colectivos, limitando el contacto con sus integrantes y utilizando nombres y siglas que los hacen menos personas y más números. Muchos dirán que la culpa es de la delincuencia y que no puede haber trabajo para todos, pero pocos buscan el verdadero origen. Los países desarrollados hemos dividido continentes con escuadra y cartabón y alentado guerras internas que, aunque forman parte de pasados imperialistas, son pecados que no pueden limpiarse con unas décadas de democracia y un sucio juego de espejos: el racismo. Martin Luther King dijo que la paz no es la ausencia de ruido y, me atrevería a sostener, que tampoco lo es la falta de memoria.

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