Justicia histórica

    27 oct 2019 / 11:11 H.
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    Es curioso que la muerte del gran historiador Santos Juliá coincidiera con la reparación histórica que ha significado sacar al dictador de un espacio público que pertenece a todos por igual. Pero Santos Juliá no sólo luchó por la recuperación de una justicia llamada memoria histórica, sino también por entender el problema que hay detrás, el de un Estado que parece que continuamente hay que legitimar, así cómo, el explicar, el porqué en este país se arrastra un déficit histórico de diálogo. Esto se evidencia claramente en lo que vivimos desde hace algún tiempo en Cataluña, donde el problema de fondo es el reconocimiento por parte de sus estructuras políticas, del Estado, el de Madrid. Claro que, si viendo que hemos hecho lo imposible, levantar al muerto como forma de mínima reparación de su régimen de terror, y se ha hecho en nombre de todos los españoles, cómo no vamos a ser capacetes de dialogar sobre el futuro de unos ciudadanos que quieren otra cosa. La tarea no es fácil y requiere políticos de mucha altura, los interlocutores son todos radicales y los relatos muy diferentes, pero eso es la política, diría Santos Juliá, el arte de poner de acuerdo a los contrarios, a lo que yo sumaría, y sus fantasmas.

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