Memento
mori

    04 feb 2020 / 08:40 H.
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    En la antigua Roma, a la que debemos el Derecho, el alcantarillado, los acueductos, las vías, nuestro bello idioma y, en definitiva, nuestra cultura, cuando un general desfilaba victorioso era la costumbre que, junto a él, caminara un siervo que, recordándole su carácter mortal incomparable a los dioses, le decía: “Memento mori”, o sea, recuerda que morirás. Una sociedad que distinguía entre siervos y hombres libres dejaba, sin embargo, que el siervo le refrescara la memoria al exultante general. Muchos antiguos oficios han desaparecido, pero, de alguna manera, y por supuesto sin servidumbre alguna, deberíamos recuperar esa antigua costumbre de susurrar, o gritar, según sea la causa, esas palabras llenas de sabiduría y raciocinio. Si se las decían al general victorioso que había arriesgado su vida y ganado batallas para la patria, más aún debería hacerse con tantos otros, la mayoría imbéciles, que se creen tocados por una especie de halo de grandeza. A ellos, sean lo que sean, políticos de medio pelo o ejecutivos de pacotilla, les haría falta que alguien, en medio de su desfile glorioso a ninguna parte, se colocara a su lado y, exhalando su aliento en el cogote, les recordara su condición humana. “Memento mori”; solo eso.

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