Mejor sin reloj

    22 jul 2024 / 10:09 H.
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    El filósofo Walter Benjamin describió a la inactividad como la partera de lo nuevo, sosteniendo que el aburrimiento es el umbral de grandes hechos. Me sorprende cómo cada vez más personas hablan sobre «aprovechar las vacaciones», si bien podría justificarse por la brevedad del tiempo; también nos encadena a ser productivos y rendir cuentas de nuestro periodo de asueto. El no hacer nada se convierte en un verdadero acto revolucionario, defendiendo que la felicidad no está en los caros paquetes de viajes sino en el acto superfluo de no tener que seguir un horario, de salir de un sistema donde el dinero parece fluir libremente. Las tardes de verano nos permiten aburrirnos, encontrarnos frente a una pared blanca y recobrar la capacidad de asombro cuando a última hora de la tarde decidimos improvisar un paseo. Redefinamos las costumbres, haciendo que nuestros viajes se puedan encontrar en los noventa minutos de un cine de verano, que nuestros horizontes se dibujen en las calles que se doblan hasta encontrar a nuestros viejos amigos y, sobre todo, que todo aquello podamos hallarlo siempre que lo busquemos.



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