Médico de familia

13 nov 2019 / 10:37 H.
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En todas las generaciones los niños tuvieron entre sus juegos favoritos el de representar a profesionales como enfermeros y médicos, actividades que, de mayores, hay que tomarse muy en serio, no se pueden tomar a juego. Pero los niños son valientes y siempre aspiran a lo más difícil. Luego, ya se sabe, crecen y se hacen mayores. Y muchos de ellos llegan a ser enfermeros y médicos. Ya no se trata de un juego porque la responsabilidad es grande, pero es bonito que estos profesionales conserven siempre la sonrisa de su niñez, el encanto y la simpatía porque, casi siempre, sobre todo cuando nos referimos a la sanidad, ejercen un efecto más positivo sobre los pacientes que los propios medicamentos. Me gusta que a los médicos de la sanidad pública se les llame médicos de familia porque es el afecto y comprensión de un ser cercano, un familiar, lo que a veces más necesita un enfermo.

Afortunadamente, aunque se encuentren algunas excepciones aisladas, el personal sanitario sabe comportarse con diligencia y amabilidad. El primer médico que, siendo yo un niño, venía a visitarme a mi casa fue Antonio Espantaleón. Poco después, cuando las consultas, el 18 de Julio, estaban en la calle Obispo Aguilar, esquina con la calle San Fernando, mi médico era Gregorio García Sedeño. Luego fueron muchos más, uno de los más recientes mi amigo Antonio Rus Téllez. Desde hace unos años, el médico de familia que atiende a mi mujer y a mí es Alejandro Pérez Milena. Tardé algún tiempo en acudir a su consulta pero mi mujer me hablaba maravillas del trato y la exquisita atención que recibía de don Alejandro. En los últimos meses me he visto obligado a recurrir a su profesionalidad y he podido comprobar que mi esposa llevaba mucha razón. Don Alejandro se hace sentir como un auténtico médico familiar, algo que le agradezco muy sinceramente. Nació en Granada donde realizó sus estudios de Medicina y en 1997 vino a trabajar a nuestra provincia ejerciendo en Jimena y Mancha Real hasta llegar a nuestra capital hace 12 años. En Jaén se casó con Mari Luz, tiene dos hijas, Irene y Sofía, y confiesa que, cuando dispone de un poco de tiempo libre, le encanta el deporte, sobre todo el baloncesto, pasear por el campo y leer, tres aficiones que vienen muy bien para mantener el cuerpo y la mente sanos, tres aficiones que sin duda él recomendará a más de un paciente que necesite un estímulo que le fortalezca.

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