Mazón y el Apocalipsis

24 nov 2024 / 09:03 H.
Ver comentarios

Carlos Mazón ha derribado la estrategia del Partido Popular para alcanzar La Moncloa: trasladar a la ciudadanía la imagen de una buena gestión. Mazón, entre requiebros y excusas, entre señalamientos a otros y desmayos del alma, no ha podido evitar la evidencia de que la fatal tarde del 29 de octubre, mientras sobre su Comunidad caía la mundial, no estuvo allí, en el lugar dónde debía estar. Igual que consejeras esenciales de su Ejecutivo. Salomé Pradas, política responsable de Emergencias, confesó públicamente desconocer el sistema ES Alert, una herramienta de prevención que estaba a su disposición. Y Nuria Montes, consejera de Turismo (ya cesada), se expresó de una manera fría y despótica, sin empatía, decididamente inhumana, cuando afirmó que las familias de las víctimas permanecieran en sus casas y no acudieran a la morgue, absolutamente ajena a que llovía sobre mojado del todavía reciente dolor de la pandemia, cuando los muertos eran enterrados en soledad entre lágrimas secas. Pero el “molt honorable president” no se plantea dimitir, naturalmente. El argumento de la buena gestión de Alberto Núñez Feijóo se ha visto arrastrado como los coches de Paiporta, pero el presidente popular ha reaccionado con una extraña actuación política, con una estrategia envenenada y encendida, y ha cargado la responsabilidad sobre los hombros de Teresa Ribera, en una jugada que ha evidenciado una inquietante cuestión: la crispación política española es altamente contagiosa. La han sufrido en la Comisión Europea, donde el virus del enfrentamiento Núñez Feijóo-Pedro Sánchez atacó a Manfred Weber y a Ursula von der Leyen. España, que durante la Transición exportó al mundo una atmósfera de diálogo, un clima de consenso, ejemplo de concordia en todos sitios, ahora exporta enfrentamientos. Como dice Don Juan Tenorio: “En todas partes dejé memoria amarga de mi”.

Mazón, ya está dicho, no estuvo allí. El maldito barranco de El Poyo se enfurecía más y más, y el “president” permanecía en un restaurante, incomunicado, ajeno a todo salvo a la conversación con una periodista, Maribel Vilaplana. Lo ha escrito Luz Sánchez Mellado en “El País”: “La cita es en uno de esos sitios a los que se va con la premisa de que lo que pasa en El Ventorro, se queda en El Ventorro, que así se llama la posada (...) Hasta que, acorralado fuera y quién sabe si dentro de casa, hizo filtrar con quién y para qué estuvo reunido”. Asegura Mazón que ofreció a esa periodista la presidencia de la televisión pública valenciana. Pero, mientras tanto, la mundial se había desatado en la Comunidad. La comida de Mazón se prolongó indebidamente entre postres de naranjas amargas. Nada se sabe de la cuenta del restaurante, pese a reclamarla la oposición. Y la Navidad llegará a Valencia sin luz. Sin esperanza. Con demasiados muertos. Demasiadas biografías truncadas. Y mucha gente se ha quedado sin casa. Sin nada. Fue un diluvio bíblico al que ahora deberá dar respuesta, en la reconstrucción, el propio Mazón, que aparece, como los personajes de aquella obra teatral de Yasmina Reza, como hijo de un dios menor. La Comunidad Valenciana está de luto y arruinada. Atrapada entre polémicas políticas y noticias falsas. Las grúas mueven coches y los amontonan formando hasta cinco pisos de chatarra. “Falló el sistema”, ha asegurado Mazón en las Cortes valencianas . Pero en gran medida el sistema era él.



Articulistas