Mayor inversión en defensa

11 feb 2023 / 16:00 H.
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Soy un olivo de Jaén. Sí, ese que te acunó de niño cuando tu gente vareaba mis ramas para dejar caer las aceitunas que te caían encima cuando correteabas alrededor o le traías el botijo a los mayores. Un olivo bajo el que, ¿te acuerdas? robaste aquel primer beso furtivo en una tarde húmeda a punto de “dar de mano”. El olivo que da sombra en ese recoveco de la carretera en el que te pararías una y otra vez para aspirar el aroma del campo, de la tierra en flor, de las hojas mecidas por el sol, el olor que te une a lo tuyo, que te llena las meninges pituitaria adelante.

Soy un olivo que navega a pesar del anclaje de sus raíces. Y lo hago no ya por el recuerdo que te hace ser como eres sino también por la inmensidad en la que convivo con mis congéneres. Llamáis “mar de olivos” a ese inabarcable paisaje que destila fluidos excepcionales a la vez que impregna tu retina y te recorre la piel con el roce íntimo de sus hojas. Navego yo y navegáis vosotros mientras me contempláis. Los mares no solo tienen el húmedo reflejo de las aguas, sino que son también las grandes extensiones sobre las que apenas tenemos posibilidad de acotar territorios. Los olivos son a esta tierra como el agua a los océanos. Y bien que lo saben esos aceituneros altivos que los miman, los aplauden, los acarician mientras un éxtasis de naturaleza virgen les embadurna el entendimiento que no la fuerza y el coraje de sobreponerse a estocadas económicas, climáticas o de dejadez política, que nunca faltan.

Soy un olivo y me enorgullezco de estar plantado en Jaén. Sé que lo entiendes y que también tú notas en tus entrañas de andaluz jaenero ese hormigueo que te recorre cuando paseas entre mis “posesiones” que no son otras que el campo que te vio nacer. Pues, ánimo, camarada. Los olivos y quienes nos queréis podemos ahora avanzar unos pasos y ser, nada más y nada menos, que Patrimonio de la Humanidad. Al escuchar estas palabras me suena de fondo otra frase similar que contáis en el himno: “Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad”. Y otra más, esta preñada de poesía y vestida de lágrimas de poeta: “Jaén levántate brava sobre tus piedras lunares. No vayas a ser esclava con todos tus olivares” ¡Ay, Jaén! si los olivos habláramos y se nos escuchara otro gallo nos cantaría a todos. Pero no nos lamentemos. Trabajemos por la tierra, por la gente, por los olivos y su océano verde. Dicen que hay por ahí un expediente que nos acoge a las campiñas de Jaén junto otras zonas andaluzas en una candidatura para ser paisajes “de la Humanidad”, patrimonio de todos, lugar de encuentro compartido. Los olivares formamos un paisaje cultural que entremezcla lo material y lo inmaterial con connotaciones artísticas, literarias, etnográficas, industriales e incluso arquitectónicas. Y no olvidéis que nuestra provincia cuenta con más de 66 millones de olivos.

He oído que ciertas discrepancias pueden dar al traste con nuestra avanzadilla. También he escuchado que se han solucionado y que se han producido modificaciones que reducen o eliminan algunas limitaciones en cuando a la producción que, decían, perjudicaban a los olivareros. Ojalá que así sea y podamos brindar con un exquisito aceite virgen extra por nuestra proclamación como Patrimonio de la Humanidad. Seguro que lo conseguimos. ¿Te unes a la fiesta?

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