Más y más de lo mismo

    08 jul 2020 / 16:39 H.
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    Cada vez que tocan la enseñanza, es para estropearla más y más. Da igual el signo político, me resulta irrelevante porque, rara vez, quienes se encargan de pulir el patrón que rige el sentido común, lo tienen o, mal que nos pese, ni carecen de una mínima preparación, siquiera, para opinar sobre la realidad que rodea la enseñanza actual, y lo que es peor, les hemos otorgado poder para coser, meter tijera, remendar o enmendar, que para el caso es lo mismo, sin contar con padres, representaciones escolares ni, por supuesto, profesorado. Un acuerdo de mínimos se hace necesario ya, consensuado e intocable por cualquier ideología política, porque es intolerable que entre unos y otros, más allá de los colores de unos símbolos, acercándose siempre al interés de una ideología, acaben destrozando la cosa académica. ¿Qué significa “mejorar”, pues, desde la perspectiva del inepto? Yo se lo diré: estropear, sin cargo alguno de conciencia, lo ya dictado, por interés partidista sin sustentarse en la demanda social Son tiempos revueltos, donde no prima el buen criterio, y no es menos cierto que están convirtiendo al docente de a pie en un burócrata que pone la mano a fin de mes. La figura del maestro, del profesor, del enseñante... está pasando por su peor momento. Pocas veces he visto que se haya valorado su actitud, su disposición y predisposición para enfrentarse a problemas como el del confinamiento, realizando un impecable teletrabajo. Los profesores hemos tenido que poner nuestro propio material a disposición de la enseñanza pública, incluso nuestra vida familiar, sin horarios, facilitando al alumnado fórmulas para seguir adelante. Hemos hecho de psicólogos, de pedagogos, de “padres”, de ese conjunto de alumnos (entiéndase chicos y chicas, y empleo el masculino como género, no como sexo, que menudo cacao mental tienen estos políticos de todo a cien), para que salgan adelante. Apelo a la inteligencia de esos valerosos caballeros y señoras que han optado por la política con honradez y valía, porque los hay, para que pongan freno al desequilibro y a la idiotez. Recuerden aquello de que “París, bien vale una misa”.

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