Marinero en tierra

    21 oct 2021 / 15:32 H.
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    Paso muchos días por el tanatorio y observo su chimenea, la del crematorio. Parece la chimenea de un barco quedado varado y oculto entre olivos, surrealismo total. Y metafórico, que al fin y al cabo lo nuestro es una travesía que llega ahí a su término y nuestro barco se queda irremediablemente varado, detenido, perdido; salvo que se trate del inicio de otra singladura más secreta y extraña, desconocida, y de la que la única certeza es que para ella tenemos pasaje. El supersticioso y beatuno Rey Felipe II mandó le hiciesen el sarcófago mortuorio de las maderas de un barco naufragado; fiel a sus creencias (cristianas y paganas) tenía certeza de que su muerte significaba el inicio de una nueva travesía, el cruce de la Laguna Estigia la del trayecto pavoroso, y quería hacerlo bajo ciertas garantías, las de esas maderas una vez ya naufragadas. Marineros en tierra somos, ya lo dijo el poeta, y en esa misión y trabajo ocupamos nuestros días, en navegar bien sea con rumbo determinado o indeciso, bien sea en calmas o bajo tempestades. A veces nos hemos dejado llevar meramente por las corrientes, por comodidad, y otras hemos luchado contra corriente con tozudez absurda.

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