Manuela
No puedo evitarlo ni quiero. Mientras viva, tenga memoria y oportunidad de hacerlo público, seguiré recordando a la gente y a la mayoría de amigas mías que dedicaron gran parte de su vida a conseguir que nuestra ciudad fuese un poco mejor en el arte, en la cultura, en el deporte, en lo social o, simplemente, en la convivencia. Recordar a estos hombres y mujeres es un acto de afecto y, sobre todo, de justicia. Mi voz, desde estas columnas, no es demasiado potente, pero sé que llegará a numerosas personas a las que les duele su ausencia porque gozaron de su amistad y de sus prestaciones singulares a este Jaén que tanto queremos y que tanto nos hace penar porque sufrimos el abandono secular que viene padeciendo por parte de quienes tienen la obligación y la responsabilidad de ayudarle. Hace muy pocos días falleció Manuela García Ortega, a los 86 años. Yo la conocí hace 40 años, cuando su marido, Eduardo Pimentel —otro hombre entregado al servicio del empuje por Jaén— tenía el bar “El pato rojo”, en Bernabé Soriano.
Todavía, Diario JAÉN tenía su domicilio en la Carrera de Jesús. Eduardo era un hombre con grandes inquietudes e iniciativas que siempre andaba tratando de poner en marcha. Manuela, su esposa, le acompañaba muy a menudo. Era comedida y risueña, pero atesoraba un hermoso ramillete de arte. Poseía una esmerada educación musical, una gran facilidad y gusto para la pintura y una envidiable creatividad para la cocina. Manuela García Ortega dejó muchas muestras de su arte en pinturas murales en cerámica que decoran edificios de Jaén y otras muchas ciudades. Yo tengo dos muestras de ese arte en mi escudo heráldico, que Eduardo me regaló, y en una imagen de la Virgen de la Cabeza que me obsequiaron mis amigos Pepe Rodríguez Gabucio y su esposa, Mari Carmen. Dos recuerdos que han cobrado un inmenso valor sentimental.
Dejó el libro “La cocina de Jaén y otras cosas”, editado por Cervezas El Alcázar. Una obra fruto de su larga investigación de la gastronomía jiennense de nuestra provincia. Animada por esta pasión de la degustación y promoción de nuestra cocina, junto a su marido y un grupo de buenos jaeneros, fundó la cofradía “La buena mesa”, que realizó una excelente labor durante varios años y hace poco tiempo reanudó de nuevo su tarea divulgadora. Manuela, natural de Cambil, residió en la capital desde 1939.