Malas cosechas

03 sep 2019 / 09:20 H.

Tal y como está la agricultura no es de extrañar que, desde hace años, haya quienes se dediquen a sembrar otro tipo de cosechas que dan muchísimas más ganancias que las cosechas habituales del campo. Ahora se siembra pensando en otros campos, los campos de fútbol. En esos mercados futboleros todos los productos cuelan y hay que ver a qué precios tan astronómicos se pagan. Los representantes, los intermediarios, sí que hacen su agosto y los demás meses en los que el mercado de fichajes está abierto. No existe una manera más fácil y rápida de hacerse millonario que la de tener un almacén con unos cuantos jugadores de cierta prestancia. Si hay un poco de suerte con muy pocos productos bastan. Cada uno de ellos deja unos beneficios incalculables. Es increíble el precio que se está pagando por unos jugadores que en su mayoría no pasan de mediocres pero que están avalados por estos representantes, ya con cierto prestigio, que venden lo que quieren al precio que se les antoja. Lo que sucede es que, aunque en esto no tenga que ver nada la meteorología, también las cosechas de jugadores —como las de los melones— tienen sus malas épocas. Y ahora parece que se está en tiempo de vacas flacas donde los buenos productos escasean, pero el agobio, los intereses y la no siempre apropiada inteligencia de los directivos compradores, hacen que estos sigan ofreciendo cifras increíbles por jugadores que casi nadie conoce y, además, sin estar seguros de si ese jugador pagado a precio de oro es el que necesitan para su proyecto. Estamos viendo en este inicio liguero la cantidad de nombres nuevos que han poblado y cargado las nóminas de los clubes españoles y lo poco, que la mayoría de ellos, están demostrando sobre el terreno de juego. Ya ni siquiera el inefable Monchi parece haber acertado con tanto éxito como en temporadas anteriores. Tal vez sea eso, que las cosechas de buenos futbolistas no han sido tan excelentes estos últimos tiempos. Ya ven que grandes clubes como el Real Madrid y el Barcelona pugnan por fichar a Neymar, un jugador que ya va a su aire, que parece que ama la buena vida más que el balón. Un cajón de millones por un nombre sólo por contentar a la clientela. El fútbol se ha salido de madre, padre y los precios suben cada vez más y la calidad es cada vez menor. Si aquellos héroes de Peñamefécit levantaran la cabeza...