Málaga, Museo Ruso

    19 dic 2022 / 15:47 H.
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    V olvera a Málaga el arte ruso tras su ausencia a causa de una guerra perversa que, entre otros lastres y miles de vidas perdidas, rompe en pedazos el nombre de un país y una cultura arraigada en una Europa que, entrado el siglo XX, se conmovía con los Ballet de aquel país extremadamente frío y, sin embargo, cálido en su cultura. Tanto interés concitaron estos espectáculos en el París del primer cuarto del siglo XX, que bailarines de otros lugares y otros nombres, obligadamente figuraban en carteleras y afiches con nombre ruso para satisfacer aquella demanda, cuyo nervio principal procedía de una cultura con cimas como Fiódor Dostoyevski (1821-1881), a quien corresponde la paternidad del naturalismo que, con escasa carga de reservas y mucha alegría, le atribuimos a Emile Zola (1840-1902). La estrategia francesa ha dado frutos memorables: vendió una Enciclopedia cuyo pensamiento es ajeno y de siglos anteriores: Descartes, Espinoza, Locke, Hobbes... En dos calles parisinas, se fabricó un concepto vanguardista, hoy con olor a puchero de enfermo; contrapunto del arte ruso, con otra verdad y otra ética, sin la cual el arte funciona mal. En tal sentido, es más que oportuno el regreso de esta vertiente rusa a Málaga aunque sea por vías ajenas a Rusia.

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