Magos sin chistera
En octubre de 1938 la adaptación radiofónica de “La guerra de los mundos” narrada y dirigida por Orson Welles, despertó tal pánico en los radioyentes, que muchos de ellos llegaron de verdad a sentirse invadidos por intrusos marcianos. El relato de aquel sensacional acontecimiento que solo tuvo lugar en las ondas, dejó New Jersey vacío. Al otro lado del cristal del espejo debieron sentirse los espectadores que en directo y a través de la televisión, presenciaron la desaparición y aparición de la emblemática Estatua de la Libertad neoyorquina. Fue en la primavera de 1983 cuando el ilusionista David Copperfield por arte de magia, trampantojo y algo de ayuda mecánica recreó aquel espejismo espectacular que a todas luces nunca aconteció, pero que sin embargo ocupó durante días rango de suceso en la prensa sensacionalista. Jugar al birlibirloque con la realidad y la ficción siempre ha sido cosa de los libros, de los artistas y de la destreza del mago para trocar mentiras y verdades sin que se le vea el truco. Pero ahora entre el plasma y las redes cualquiera puede dárselas de consumado especialista en darle la vuelta al cristal del espejo por el arte joder a la gente.