Magia ibera
Saludos, visitantes del futuro. Me complace reunirme con vosotros en este lugar al que llamáis Museo Íbero. No sé qué magia habéis utilizado para rescatar algunos objetos de mi tiempo, que yacían en la inmensidad del olvido. Imagino que tenéis cualidades muy poderosas para lograr sumergiros en el abismo del tiempo, y desde allí retornar hasta la superficie de vuestros días habiendo rescatado tesoros valiosos como los que aquí dentro acumuláis.
Admiro vuestra magia. Aunque debo confesar que yo también he tenido poderes que me han convertido en alguien especial. O al menos eso creen los de mi oppidum, dado que yo soy capaz de crear cosas de la nada.
¿Os ha pasado alguna vez que os habéis arrodillado para mirar en una laguna y habéis visto vuestra imagen reflejada en el agua? Pero enseguida el más ligero movimiento o cambio de luz destruye esa ilusión. Pues debéis saber que yo puedo conseguir que ese reflejo perdure y se haga sólido y eterno.
Por ejemplo. Allí donde todos los demás de mi poblado ven una gran piedra, yo soy capaz de ver imágenes. Es como si las montañas y las rocas hubieran encerrado a los héroes y a las diosas dentro de una prisión, y yo pudiera liberarlos con la ayuda de mis herramientas.
Soy capaz de transformar la piedra en cosas que veo o que imagino. Por ejemplo, os quiero enseñar algo que atesoráis en vuestro Museo. ¿Lo veis? Pues yo lo vi antes que nadie, estaba dentro de mí. Yo lo soñé con los ojos abiertos. Yo fui capaz de crear a ese héroe venciendo a un gran lobo. Aunque debo confesar que alguien poderoso me inspiró. Nuestro Príncipe quería que su gran hazaña, la que le daba el prestigio para gobernar el oppidum, estuviera a la vista de todos. Y por eso fui llamado para esculpir la imagen de un joven héroe (aunque en realidad el Príncipe apenas se tenía en pie por su edad), venciendo a un gran lobo (aunque en realidad hicieron falta media docena de hombres para acabar con el pobre animal).
El poder de mi escultura servía para que todos le tuvieran respeto a nuestro señor. Venid por aquí, seguidme por los rincones de vuestro museo porque os quiero seguir enseñando mis sueños de piedra. Mirad. Estas damas las esculpí yo. Cuando aquellas mujeres vieron mi obra era como si contemplaran su reflejo en el agua. Me llevó mucho tiempo y mucho trabajo conseguir que tuvieran vida propia. Y os aseguro que cuando estaban enteras, mis damas eran realmente hermosas. Más que las modelos, incluso. Todas ellas eran mujeres muy principales y poderosas que deseaban que su imagen perdurase. Aunque si se vieran ahora descabezadas por la brutalidad del destino, se llevarían un enorme disgusto. Debéis saber que cuando mis vecinos me descubren mirando a una piedra, ya saben lo que va a pasar. Que acabaré transformando esa roca inservible en, por ejemplo, el betilo que representa a nuestra diosa en la entrada del santuario del oppidum. Ya veis que soy capaz de crear héroes y diosas. Nada menos. Sin embargo, en mi comunidad hay muchos que cuentan con más prestigio que yo. Por eso me gusta venir aquí, a este lugar futuro en el que puedo encontrarme con vosotros, mis amigos de otro mundo. Algunos me contáis cosas increíbles, y me enseñáis imágenes de esa magia a la que vosotros llamáis arte, ojalá yo pudiera aprender a practicarla.