Los señores de Malú

28 nov 2019 / 09:17 H.
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Los señores de Malú emprendieron el 11 de noviembre camino a Portugal en busca de una nueva vida. En algún artículo publicado durante estos días se sostiene que la única buena noticia que han dejado las elecciones del 10-N ha sido la dimisión de Albert Rivera. Antonio Papel, tertuliano y articulista, lo ha dicho contundentemente: “Rivera no maneja más de 500 palabras”. Albert Rivera tuvo la extraordinaria oportunidad de integrar a Ciudadanos (Cs) en un Ejecutivo moderado —que es por lo que claman casi todos los “papeles” de este país, tal y como denominaba a los periódicos Francisco Umbral— tras los comicios generales del 28 de abril, pero declinó permanentemente esa opción —salvo un tardío amago final—.

La consecuencia ha sido que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han llegado a un preacuerdo de lo que los mismos “papeles” llaman: un Gobierno “socialcomunista” o “socialpopulista”, según el día. En definitiva, para ellos, un peligro. Y, efectivamente, no resulta nada tranquilizador que España pueda depender en una sesión de investidura de un señor apellidado Rufián (el término Rufián ha caído en desuso, pero era muy frecuente en los remotos tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín). Porque puede despertar un afilado recelo un Ejecutivo “socialpopulista” en cierto sector de la sociedad, pero hay quien también desconfía de la reacción ante ese Consejo de Ministros, en el que previsiblemente se sentará un señor con coleta, por parte de esas élites que siempre han mandado en este país —como sostiene en la obra teatral “El Rey” el actor y dramaturgo Alberto San Juan—, sea a plena luz o en la sombra, y que se han resistido a sangre y fuego históricamente a ceder ni uno solo de los privilegios que han heredado durante siglos de generación en generación.

De modo que lo tenemos crudo. De Albert Rivera se elogia que abandone la política —acompañado por la cantante Malú— con el único patrimonio conseguido con su sueldo de diputado, es decir, no demasiada cosa. Se exalta su indiscutible honradez. Rivera, pues, se va como llegó. Hace 13 años, cuando se fundó Ciudadanos, se hizo una foto desnudo para un cartel electoral, marcando paquete, que diría el tan citado Umbral. Pero ahí está Inés Arrimadas dispuesta a optar a la presidencia del partido. Ha afirmado: “En la vida, en las situaciones difíciles es cuando hay que dar pasos al frente”. Inés Arrimadas es una mujer inteligente, una chica valiente, una jerezana guapa. “La señora Arrimés”, la llama Quim Torra con su gesto iracundo y bobalicón de boxeador sonado. Arrimadas se enfrenta al complicado reto de reubicar ideológicamente a Ciudadanos. Porque ha quedado demostrado que mientras los partidos se desprendían poco a poco y sigilosamente de las ideologías, en el electorado sí permanece, e incluso se ha incrementado, el sentido ideológico.

Porque Santiago Abascal acaparó una parte del voto perdido por Cs. Abascal habla con el rostro del tío que se comió el solomillo del toro que mató a Paquirri, como escribió de alguien Manuel Vicent hace años. En ocasiones, el discurso de Abascal —sobre todo en lo referente a los menores extranjeros no acompañados—no es que sea anticomunista, sino que es anticristiano. Escuchando esas proclamas de Abascal se recuerda a aquel filósofo que sostenía que tenía serias dudas sobre la existencia de Dios, pero la total certeza de que existe el diablo.

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