Los rubios tienen nombre
Se dice que uno de los sonidos que resultan más agradables a nuestros oídos es el de escuchar nuestro nombre. No todos tienen por qué conocerlo, pero sí debemos tener fórmulas de cortesía para dirigirnos a las personas en estos casos. Vaya por delante esta sencilla reflexión para explicar algo que sucede con frecuencia y que me parece una falta de respeto o, como mínimo, de una educación básica. Considero que no se tiene intención de molestar, pero hay que aprender a comportarse, máxime cuando se trabaja de cara al público. Estando de compras en un supermercado oigo: “Eh, rubia, ¿quieres algo más?”. Volví la cara por si se refería a mí y efectivamente así era. Por si la chica no entendía el lenguaje no verbal, le recordé que el nombre de rubia no existe y le dije mi nombre. No tiene obligación de recordarlo, pero sí tiene que saber que un “oiga, por favor”, es lo que se puede utilizar en estos casos. Aproveché para preguntarle por el suyo y así que el tema quedara equilibrado. Este error y por la parte contraria, también se comete cuando nos dirigimos a las personas que nos sirven en cualquier establecimiento. Ni rubios ni morenos, hay educación y agradecimiento.