Los padres de la patria

Se pensaba que el bipartidismo era corrosivo, absolutista, pero ahora resulta que el pluripartidismo es un desastre, capaz de volvernos locos a los que creemos que estamos cuerdos. Los espectáculos del Congreso, el pataleo, la bronca, el insulto recíproco son las constantes nada vitales que anulan el buen sentido, el correcto razonar, el deseado consenso, pero nada de eso, a gritar, cuanto más mejor, pues así se arreglan los problemas de los ciudadanos y a convertir el hemiciclo en un alborotador gallinero. Así no debe seguir la cuestión, tan cuestionada de un tiempo a estas fechas. Los padres de la Patria, oiga, yo también lo soy y no presumo, deben ejercer y acatar el compromiso con los electores, si no es así, pues renuncien a su escaño de bancada, eche en remojo la hiel de su enfadado hígado y métase a otro oficio. Defienda sus siete mil euracos. Háganme caso, señores diputados, no chillen tanto, que no es bueno para la garganta, átense los machos como fajados y valientes para torear la vida de los españoles, los que le han votado, y no amores, sino hechos de los que estamos tan necesitados. Perdonen si les he molestado, pero no es que si no lo escribo, reviento como el lagarto de Jaén.