Los pactos con Junts

21 ene 2024 / 09:43 H.
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E scribió Eduardo Haro Tecglen que “la vida es un pacto”. Pedro Sánchez ha llevado los pactos hasta sus últimas consecuencias. De modo que algunos pactos se han convertido para el presidente en dolorosísimos partos. Con Junts, un suponer. Los socialistas consideran que “la pasada legislatura se basó en el diálogo, diálogo, diálogo, y esta no va a ser diferente”. Pero los diálogos con Junts son laberínticos, porque se trata de aliado poco fiable con un trazado ideológico y de comportamiento parlamentario que no responde a la lógica política ni a la lógica vital. Junts es un partido anarco-capitalista. Unas veces se comportan como anarquistas, otras como capitalistas. Y alguna como ambas cosas a la vez. Es decir, un desbarajuste. Carles Puigdemont, desde Waterloo, únicamente parece tener una idea clara: desea fervientemente que el Girona gane La Liga. Además, los socios de Gobierno, con Junts dentro, no se deberían autodenominar “bloque progresista”, porque Junts es un partido cuyos parámetros políticos oscilan entre la derecha y la extrema derecha, es decir, la derechona de toda la vida, salvo que se expresa en un catalán limitado, lejos del catalán rico, mundano, metafórico y risueño del gran poeta Santiago Rusiñol.

Junts equipara inmigración a delincuencia, de ahí su empeño en que el PSOE se comprometa a traspasar a Cataluña las competencias en inmigración a través de ley, iniciativa que consiguió (al menos eso afirman) en el oscuro pleno parlamentario del pasado 10 de enero a cambio de su abstención en el denominado “decreto ómnibus”. Alberto Núñez Feijóo afirmó tras esa dantesca sesión: “Aterra pensar cómo será cada semana de esta legislatura”. Porque Junts no se conforma con la ley de amnistía, claro, sino que, como repite Puigdemont, “Junts cobra por adelantado”. No es difícil imaginar la escandalera política que se levantaría, y las críticas que lloverían, si Juan Manuel Moreno dijera un día que Andalucía cobra por adelantado (la comunidad lleva además mucho tiempo esperando importantes retrasos). Fernando Savater ha escrito en “El País”: “Cuando se le reprocha a Sánchez que pacte con partidos (o partidas, como las de forajidos) a los que no hace mucho repudiaba, sus acólitos le defienden diciendo que solo se pacta con los enemigos. Sabiduría de autoayuda”. Cataluña se ha convertido en la nostalgia de sí misma, de aquel lugar luminoso y abierto al mundo y al conocimiento, europeísta, creativo, al que cantaba en sus poemas y en sus cuadros el ya citado Santiago Rusiñol, lugar que fue y ya no es. Cataluña era el iceberg de las vanguardias artísticas, literarias y teatrales de la segunda mitad del siglo XX. Sus grupos de teatro, Els Joglars, Comediants, La Fura, La Cubana, eran reclamados para actuar en todo el mundo. Imitados. Pero a Els Joglars, que significa una permanente innovación escénica, una constante experimentación teatral, se le fueron cerrando las puertas de los teatros catalanes a raíz, sobre todo, de la obra “Ubú President”, una afilada crítica a Jordi Pujol, a los comisionistas catalanes y a los independentistas. Casi no hay ya representaciones de Els Joglars en Cataluña. Y aquel virus que conformó “el procés”, y muta ahora hacia “la identidad”, amenaza con contagiar de enfrentamientos a toda la política española tras el pacto de Sánchez con Puigdemont. El Congreso es un jolgorio. Y la política del país sufre constantes averías. Como los Rodalíes.

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