Los okupas

13 dic 2019 / 08:26 H.
Ver comentarios

No me digan ustedes que no resulta reconfortante y divertido regresar de viaje y encontrarte en tu casa a unos extraños individuos, sentados en tu sofá, bebiéndose tu coca-cola y calentándose con tu estufa enchufada “a tope”. No se extrañen, que no hablo de broma. Cosas así, parecidas, están sucediendo en nuestro país a cada instante. Estamos sufriendo la terrible plaga de los okupas contra la que la sanidad española no tiene nada que recetar y las leyes casi tampoco. Un problema muy serio que invade el país y que se va incrementando ante la recortada defensa que encuentran los perjudicados para recuperar sus propiedades invadidas ilegalmente. Que el Señor nos libre. Ocupaciones ilegales hubo de siempre, aunque se matizaban diciendo que se trataba de un movimiento socio-cultural, ya que las instalaciones que se invadían se utilizaban para hacer actos en beneficio del colectivo vecinal e incluso se decía que era para concienciar de la falta de vivienda que padecían millares de personas marginadas. Al inicio de los 80 apareció ya la palabra okupa y esta abriga a otras intenciones más perversas que ocasionan graves daños económicos y morales a los propietarios de las viviendas ocupadas. Hay okupas que despojan la vivienda, que venden muebles y enseres, destrozan la vivienda, roban, se aprovechan de la luz y el agua gratis e incluso mafias que comercian vendiendo o traspasando a otros algo que no les pertenece. No temen ser denunciados porque la ley es muy lenta y la hora del desalojo se hace esperar demasiado tiempo. Así, que el problema “okupacional” va para muy largo amén de que cada día se extiende más. No solo hay okupas en el terreno de la vivienda, en la política también tenemos un buen número de ellos, gentes sin preparación, que se refugian en un cargo sin mover un dedo y viven de él por los siglos de los siglos. Yo mismo tengo un amigo que es un auténtico ocupa —con c— porque Eduardo Sosa, desde que le tocó la lotería, anda ocupado en procurar la felicidad de muchos amigos y no cesa de obsequiar, sobre todo, con décimos de lotería, algo en lo que él, con razón, tiene mucha fe. A mí me anunció que tiene un décimo guardado para mí y que regaló otro al Real Jaén con la condición de que, si toca, la mitad del premio se dedique al fomento de la cantera y la otra al pago de proveedores, como la empresa de autobuses.

Articulistas