Los Maristas se despiden
En 1959 mis padres me llevaron al flamante internado donde viví 7 hondos años, hasta salir de bachiller con sólido bagaje intelectual y la formación que me acompaña desde entonces. Ni madrugar, ni la Misa diaria, ni las lentejas cotidianas me dejaron trauma alguno; me hice fuerte, a los valores mamados agregué los de Marcelino. Después les encomendé a mis hijos, que recibieron también amplia formación y la espiritualidad de Champagnat. He participado en antiguos alumnos y asociación de padres y he procurado difundir el ideario marista. En Gerona (1986) celebraron 100 años de su presencia en España; ahora —todo fluye— dejan Jaén, donde llegaron en 1929: calle del Obispo, la Merced y este colegio (1958). Nada nuevo, es su carisma; se marcharon de Francia y México y volvieron. ¿Retornarán? Los vientos de laicidad merman vocaciones consagradas, faltan obreros para la mies; dejan sembrado el espíritu, y se van dando gracias; aquí queda la Buena Madre, en su colegio, para que le recemos como recurso ordinario para llegar a Jesús y queda la gran familia marista: profesores, padres y exalumnos que aprendimos de ellos a ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos”. Que Dios los bendiga.