Los mandamientes

    23 oct 2020 / 16:57 H.
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    Sí, has leído bien, mandamientes. Dícese del político que manda mucho y miente aún más y que sigue unos preceptos. Como primer mandamiente, solo se ama a sí mismo. Para qué va a amar al pueblo si lo puede hundir. En segundo lugar, toma el nombre de su propio país en vano, solo para beneficio suyo pues lo que pretende es dejar constancia de un pueblo inútil e irresponsable, ya que las responsabilidades no dependen de él. Un buen mandamiente santifica el lugar por donde pasa pero mintiendo, claro, pues no tiene remordimientos, más bien remordimientes, como mandamiente que es. A continuación, honra a su padre y a su madre porque son los únicos que lo aceptan tal y como es, a pesar de sus engaños. Un mandamiente debe pisotear a los demás y estar siempre por encima de todos. No podemos dejar de nombrar los actos impuros que comete en cada momento. En su jornada laboral, deben producirse al menos seis actos corruptos porque el séptimo acto es robar, algo de lo que es un experto. Y llegamos al que lo define; el precepto de mentir. Nunca debe decir la verdad. Siempre tendrá deseos impuros y, por supuesto, codiciará los bienes ajenos. Pero lo que no sabe un mandamiente es que la verdad nos hará libres e invencibles.

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