Los buenos

03 dic 2019 / 09:16 H.
Ver comentarios

Decía Cervantes que “Dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos”. Ocurre en cambio, que quienes computan las ayudas a los bancos como déficit público, quieren darnos a entender que los buenos, a pesar de sobrepasar en número a los malos, no llevan las de ganar, porque los ajustes se hicieron demasiado rápidos con el objeto de beneficiar a los malos y empobrecer con subidas de impuestos a gran parte de la población que son, en definitiva, los buenos, esos que reclaman al unísono y a marchamartillo reformas más pausadas y equitativas para que dé tiempo a digerirlas.

Ya saben que los finales felices son historias inacabadas. Y que Hacienda es como ese amigo que va y viene pero que nunca desaparece porque de alguna forma a los buenos siempre los tiene controlados. Motivo suficiente para creer que los buenos se sienten acorralados y jodidos por lo mal que se lo están haciendo pasar. Y me produce indignación y mucha rabia comprobar que los presuntos y teóricos defensores del pueblo mienten con descaro y amparados por la fuerza de la costumbre, se largan (sin pisar la cárcel y sin haber devuelto lo robado) con un patrimonio multiplicado que no le correspondería si fuesen personas íntegras.

Comprendo que tal vez resulta excesivo atribuir un poder real a advenedizos zoquetes, crueles hasta decir basta, que amparados por el sino incomprensible que protege a la clase política, gastan más de lo que ingresan, y por ende, comprometen de por vida a generaciones venideras, a naufragar en un mar de mareantes sensaciones porque las castiga a estar pagando intereses desorbitados, que no harán sino perpetuar la deuda y la impotencia más vomitiva. Antes me acogía a las leyes naturales de la vida, disfrutaba de la naturaleza contemplando el río de la serenidad, creía, tras explorar el rumbo del agua, que había llegado el final de un feudalismo trasnochado, pero cuando veo que la vida de un corrupto tapa las malas artes que desarrolla, mi visión de la realidad no mejora la imagen de conjunto de la sociedad.

A los buenos, lo que les quita el sueño es la incapacidad de no poder preservar los valores democráticos en su plenitud y ante ese afligimiento que le arrebata el sentido, no puedo sino obligarme por imperativo moral a contribuir con este granito de arena, que espero y confío en que lo lea un dios justo y misericordioso, para que ayude a las miríadas de buenos que día sí y día también, tienen que padecer las desalentadoras acciones de los malos.

Ojalá estuviese equivocado y creyese que quien hace de la política un uso personal, no justificara de ninguna de las formas, la aparición de nuevas bolsas de pobreza, si no que, en justa correspondencia, entendiera el modo en que gestiona su labor, como un instrumento al servicio de nuevas fuentes de riqueza que bien distribuida serviría para que el espíritu de la corrupción se volatilizara y su vergonzoso rastro no fuera sino como ese tiempo pasado que no apetece recordar. Ya está bien de viejas tretas políticas que justifican lo que nadie se cree, que dejen de dar una imagen maquillada de la realidad y que se hable claro del papel que cada cual debe jugar. Si los políticos reorientaran el hilo conductor de sus argumentos y asumieran su responsabilidad los buenos, inofensivos y entrañables verían recompensado su papel en la sociedad.

Articulistas