Amediados de los 70 los españoles veían ojipláticos como unas muchachas bien formadas y atrevidas enseñaban sus pechos sin ningún pudor. El cine se llenaba de “Manolos”, esos señores bajitos, peludos, torpes y libidinosos, que tan bien representaron en la pantalla Landa, Esteso o Pajares. El destape no dejó libres solamente los pechos femeninos; el destape dejó visibles nuestras míseras morales, educativas y nuestra represión, propias de una dictadura política y de una iglesia tridentina obsesionada con el sexo (“Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer...”, se decía por aquel entonces). Los pechos de unas pocas mujeres y el cuerpo de algún hombre (Nadiuska, María José Cantudo, Bibiana Fernández, Ágata Lys o José Luis Manzano) revelaron el machismo represor y reprimido masculino y el papel de sumisión y de represión de la mujer en una España todavía demasiado casposa, pero eso sí, una, grande y libre (ironías de la propaganda franquista). Las “suecas” era el grito de guerra de la liberación sexual y el modelo que las españolas fueron progresivamente adquiriendo hasta llegar, bastantes años después, a su actual empoderamiento y liberación. Cuánto cuesta salir de la barbarie y lo poco que cuesta entrar en ella.
