Los allegados, los alejados

10 dic 2020 / 12:15 H.
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Allegados” se ha convertido en la palabra más buscada en Google por el público en general, que no por los eruditos. “Cercano o próximo en el espacio o tiempo”; “Parentesco, amistad, trato o confianza”; “Que vive transitoriamente en casa ajena, por lo común sin ser pariente del dueño”, todo esto lo dice la RAE, amén de comentarios, comparaciones y casuísticas de todos los colores.” Que cuando el dedo señala a la luna los tontos miran el dedo, es cosa sabida aquí y en Pekín. No es por molestar, pero ese debate intenso sobre las cenas o comidas en Navidad, alrededor del número de comensales y la definición de quienes son los allegados o no, da fatiga. Independientemente del número se está diciendo desde la comunidad científica y sanitaria que lo recomendable es no ponernos ni poner en peligro a aquellas personas que con vínculo o sin él pueden ser diana de nuestras irresponsabilidades. Desde gobiernos y comunidades se dictan normas para tratar de conseguir que el virus se propague lo menos posible, sin herir más de muerte aún a la economía. Esto pasa en todas las democracias, salvo que se decrete el confinamiento, como ya se hizo en el mes de marzo. El virus sigue estando ahí, intacto y con el mismo comportamiento que entonces. Hemos avanzado, nos dicen. Ahora el enemigo a vencer es más conocido que antes pero sigue siendo un gran desconocido para la ciencia, que trata de perfeccionar día a día los métodos para su erradicación. Estamos ante una gran esperanza y se llama “vacuna”, y ahora también se abre debate social sobre si con la vacuna nos curaremos (que no es la misión de la vacuna), o si nos inyectarán vaya usted a saber qué, para controlarnos y quitarnos la preciada libertad que ahora, se ha puesto más de moda que nunca. Otra vez debates que no sirven para nada práctico, que crean confusión y que solo ayudan a desestabilizar, por cierto, palabra que también se ha puesto de moda. Estamos en pleno puente de la Constitución, y aquí está el personal inventando para escapar de los controles que les privan de su libertad. Gobiernos, comunidad científica y sanitaria y, cualquiera con dos dedos de frente más que una vaca, se desgañitan pidiendo responsabilidad individual, allí donde no pueden llegar las normas sin convertirse estas en un atentado contra la democracia. Diez comensales con niños incluidos; uso de mascarillas durante toda la velada excepto en el momento de ingerir sólidos o líquidos; ventilación; horario de vuelta a casa de origen: una de la madrugada según unos, una treinta según otros, pero instrucciones para todos. ¿Qué más pueden hacer los gobiernos locales, autonómicos o central? ¿Más policía multando? ¿Deberían de entrar de manera sorpresiva en los domicilios particulares a hacer el recuento de allegados? ¿Se deberían de instalar cámaras ocultas en nuestros domicilios para seguir los comportamientos? ¿O echamos mano de eso que no le gusta a la gente en general que es la “responsabilidad individual” porque la consideran una dejación de los gobiernos? A mentes preclaras he visto y oído yo decir lo uno y lo otro, siendo cosas totalmente contradictorias. Aun así, quizás lleguemos a la conclusión de que la responsabilidad individual es algo intransferible y practicarla nos engrandece y con ella damos un buen ejemplo. Los efectos de estas normas los veremos la víspera de Nochebuena. En Navidad, todas las ausencias nos duelen más. Esta larga pandemia se nos hace cuesta arriba. No obstante hay esperanza: la ciencia transformada en vacuna, el compromiso de los gobiernos para detener la sangría de la salud y de la economía, junto con el gran trabajo de tantos profesionales a nuestro servicio, deberían de ser motor para nuestra responsabilidad y civismo.

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