Lorca en el recuerdo

04 jun 2022 / 16:00 H.
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El llanto de este chiquillo/ tiene ecos de silencio/ lo parieron noche/ noche/ de triste recuerdo. Fue el cinco de junio de 1898, cuando nació Federico García Lorca. Sea la palabra escrita la que evoque al poeta. Hoy en esta efeméride transcribo mi pensamiento y mi recuerdo. La historia nos dice, y yo afirmo que quien se haya acercado, aunque sea ligeramente a la obra de García Lorca, habrá comprobado que lo jondo en Federico no es una mera circunstancia. Es respuesta a una autentica preocupación que él se imponía atendiendo a su ser andaluz. Ya desde su juventud fue narrando la leyenda de un Arte tan nuestro como universal. Me refiero, en este caso, a su decidida aportación al flamenco.

Su forma de ver al cantaor nos sirve para adentrarnos en la visión que tiene: “El cantaor, nos dice el poeta, cuando canta, celebra un solemne rito, saca las viejas esencias dormidas y las lanza al viento envueltas en su voz... tiene un profundo sentimiento religioso del cante. La raza se vale de ellos para dejar escapar su dolor y su historia verídica. Son simples médiums, crestas líricas de nuestro pueblo”.

Me pregunto, ¿alguien duda, a estas alturas, del rayo de luz que en el firmamento del flamenco dejó aquel cometa que fue el concurso de Cante Jondo de Granada, celebrado en Junio de 1922? Y no es cierto el grito de advertencia que Federico, lanza: “Mientras que Rusia ardía en el amor a lo popular, única fuente, como dice Robert Schumann, de todo arte verdadero y característico; y en Francia temblaba la ola dorada del impresionismo, en España, país casi único de tradiciones y bellezas populares, se decía que era cosa de baja estofa la guitarra y el cante”. Desde entonces mucho se ha escrito sobre lo que supuso en el devenir histórico del flamenco aquel acontecimiento cultural. Todavía hay quien analiza con cierta ligereza el interés de Federico por el flamenco, queriendo significar cómo la intelectualidad vivía ajena a la cultura popular, queriendo censurar su alejamiento y, por tanto, su desconocimiento del pueblo. Pero este hecho no se da en Federico. Porque, el poeta se sentía pueblo mismo. Su mensaje siempre estuvo cercano al pueblo que lo escuchaba y lo hizo suyo. Quien no recuerda, además, su interés por llevar, también, el teatro a cualquier rincón andaluz. Cuando escribe siempre da poderosas señales de identidad jonda. Las connotaciones del escritor con la sensibilidad jonda son patentes. Además, el poeta vive con y para el pueblo. Federico se hace vate o elegido y resume en unos versos toda la sabia que corre por nuestras venas, por nuestros paisajes. Podríamos decir que lo jondo en Lorca, es la forma de exponer y comunicar el sentimiento de unas raíces y vivencias humanas que cobran vida en situaciones recreadas por el artista. Sí, Jondo es el poeta, que en abierta mirada, lleva a sus ojos, todo aquello que este sur envuelve y contiene. Tierra y fruto, forman y conforman un río. Siempre el río en García Lorca, con cauce y alimento de naturaleza distinta necesarios para beber y soñar la vida. Así suspira el andaluz. Así, sobre un caballo de anhelos, cabalga el andaluz. Federico va en ese jondo caballo.

En este año, la fuente de la vida le habría regalado 124 chorros de plata para que se reflejara en ellos, mientras la luna, en sus manos, se bañaba. Manuel Ángeles Ortiz, desde un columpio de afectos, gritaría, Federico, Federico. Y Alberti no hubiera tenido que soñar sus Soleares del que nunca fue a Granada.

Es la memoria, el recuerdo, el ayer. Pero, desde la libertad de la palabra, ya escribió el poeta: Quiero dormir un rato./ Un rato, un minuto, un siglo./ Pero que todos sepan que no he muerto.

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