Lo quiero para ayer

    21 oct 2022 / 16:17 H.
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    Todo comenzó cuando dejamos de utilizar los desfasados móviles tontos, que sólo servían para recibir o hacer llamadas y enviar mensajes cortos. Los sustituimos por dispositivos inteligentes y ligeros, verdaderos ordenadores de bolsillo que se han convertido en un apéndice de nuestra mano y que solo soltamos cuando caemos dormidos. Fue entonces cuando todo cambió, ya no había fronteras, internet y la movilidad habían transformado nuestra forma de comunicarnos, de relacionarnos y hasta de vivir. Fue así como nos sumergimos de lleno en la era de la inmediatez ¡Aquí y ahora! Conseguir mensajes instantáneos en nuestros dispositivos nos indujo a estar continuamente conectados, generando impaciencia. Los expertos relacionan el no saber esperar con la frustración, la irritabilidad y la ira, lo que puede llegar a provocar ansiedad y estrés. El estrés continuo, provocado porque no se produce el comentario, el like o la respuesta en una comunicación que previamente se ha iniciado, tiene efectos negativos sobre nuestra salud mental provocando angustia y alteraciones de carácter. Para el escritor inglés John Ruskin, la esperanza deja de aportar felicidad cuando la contaminamos con la impaciencia.

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