Llora la malagueña

30 may 2016 / 17:00 H.

Tras regresar a la tarea cotidiana después de una semana de ausencia no es agradable tener que hacerlo con el recuerdo emocional y doloroso de un amigo que se marchó para siempre durante un paréntesis tan corto. De mi viaje a Cuenca y su serranía ya les hablaré. Hoy no tengo más remedio que dedicar mi atención en memoria de Juan Jurado Rodríguez, conocido en el mundo del arte flamenco como “Juanito Campos”, que falleció estando yo ausente de Jaén. Fue su esposa, Carmen Sanz, la que me dio telefónicamente la triste noticia, cuando yo me encontraba en la localidad conquense de Priego. Desde ese momento, la figura de Juan, que fue mi gran y admirado amigo, no se ha apartado de mis pensamientos. Juanito Campos, nacido en Torredelcampo en 1929, tuvo enorme relevancia en las mejores carteleras de los espectáculos flamencos de las décadas de los 50 y 60, compartiendo titulares con los mejores cantaores de la época e incluso protagonizó la película “El alma de la copla”. Después, marchó a Francia, donde continuó su vida artística con destacados éxitos. Allí conoció a Carmen y contrajo matrimonio con ella. Solía venir a su pueblo natal de vez en cuando y, en uno de estos viajes, le conocí yo por medio de un inolvidable amigo común, como fue el maestro Francisco Almagro, autor de algunas de las letras de las canciones de Juanito, como “Arbolea”. Francisco y Juan estuvieron en mi casa, donde, entre trago y trago de cerveza, Juanito nos regaló algunos de sus cantes. Decía la malagueña con un poderío, una emoción y un sentimiento difíciles de igualar.

Desde entonces, cada vez que venía a Torredelcampo, quedábamos citados para tomarnos una copa en el Miami. Hace cinco años que Juanito Campos decidió regresar para siempre a su tierra, donde ha permanecido con Carmen hasta el día de su muerte. Nuestro contacto nunca se interrumpió, aunque era él quien venía con su mujer a Jaén y yo quien le llamaba por teléfono. Era una persona de gran humanidad, sano conversador con sensatez y conocimientos, con el que gustaba estar en una tertulia. Hoy, Juanito descansa en la tierra que le vio nacer. Cuando pregunté a Carmen si ella regresaría a París, me dijo que ella se quedaba aquí, junto a su esposo. Hoy, llora el cante por malagueñas y lloran su familia y sus amigos. Descansa en paz, amigo mío.