Líneas rojas en política

06 mar 2019 / 11:10 H.

Se viene oyendo mucho lo de cordones sanitarios y líneas rojas en la política nacional. Demasiado, si tenemos en cuenta que marcan el punto de conflicto, las diferencias, el abismo entre lo que es o no admisible para unos y para otros. La Constitución es la ley suprema que marca cualquier línea no traspasable. Actualmente, sin embargo, con la ola de populismo y nacionalismo que nos azota, se está cuestionando y poniendo en crisis su valor. Algunos intentan desacreditar ese edificio de convivencia que tanto costó ceder a todos durante la Transición para lograr un buen consenso, y otros han pretendido saltarse directamente la norma básica y por ello están siendo juzgados o fugados de la justicia. Lo paradójico es que invocan para ello la democracia, oponiéndola a la Constitución. No hay democracia sin ley que la regule, ni ley válida si no surge desde la democracia en un Estado de Derecho. Así surgió la Constitución española de 1978 que contiene además las reglas democráticas para modificarla. Cuando eso deja de ser nítido o se trata de urdir, surge ese afloramiento de líneas rojas que se trazan a modo de distinción entre los partidos políticos. Y está bien que se nos haga llegar ese posicionamiento en este tiempo preelectoral, pero sin caer en la frivolidad.

Tal es el caso, desde mi punto de vista, de la línea roja de Ciudadanos de no pactar con el PSOE, un partido de gobierno con tradición, que es mucho más que quien actualmente lo dirige, y con quien ya ha pactado. Se podría medio entender si la oposición fuera a pactar con Pedro Sánchez por arribista y por mentir a ojos vistas, y ni así, porque las veletas solo indican la dirección del viento que más les sopla. Las mayorías en el mapa político actual son difíciles y será necesario mucho diálogo para establecer pactos de gobierno. Por eso, líneas rojas a priori, las justas; mejor dejar la decisión de con quien sí y con quien no para una vez que se tengan los resultados electorales, porque en los sondeos todos hemos aprendido a echar mentirijillas sin importancia. De otra manera corren el riesgo de convertirse en lo que tratan de evitar.