¿Debería haber cogobierno?

13 ago 2023 / 09:00 H.
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El liderazgo tiene un gran impacto en la vida política al ser uno de los factores, entre otros, que pueden explicar el voto a los partidos políticos. No puede entenderse el cambio en el sistema de partidos en España sin tener en cuenta el importante papel que han jugado y juegan los líderes como un elemento que aglutina la promoción y la visibilidad mediática de los partidos tradicionales, por un lado, y de los nuevos partidos, por otro. Podríamos decir que nos encontramos en una encrucijada entre la identificación con un determinado partido a través de la ideología y el auge creciente del liderazgo a través de la personalización de su líder, auspiciado por los medios de comunicación, que intentan suplantar a los partidos en el sistema democrático. Los sondeos electorales son una prueba de ello al “guiar” a la opinión pública y generar una separación entre esa opinión y la manifestación electoral a través del voto. La última campaña electoral que acabamos de vivir ha puesto de manifiesto que la gran mayoría de las acciones realizadas se han centrado en la persona del líder si bien este ha estado siempre arropado por su partido con la utilización de instrumentos al servicio del mismo. Sin embargo, parece diáfano que en los sistemas parlamentarios como el nuestro, los partidos pierden influjo en detrimento de los grandes medios de comunicación. Esta situación puede explicar los resultados de las últimas elecciones excesivamente centradas en los líderes de las diferentes formaciones políticas y muy poco en los propios partidos. Pongamos como ejemplo el surgimiento de nuevos partidos como Sumar que nace ligado a la personalidad mediática de su líder, Yolanda Díaz, como en su momento ocurrió con Podemos y Pablo Iglesias. Cabría preguntarse por el ejercicio del liderazgo en estas elecciones y como ese ejercicio ha podido influir en los resultados donde hay dos grandes bloques bien diferenciados que han de recurrir a otras formaciones para poder ejercer la gobernabilidad en nuestro país. El proceso pasa por analizar los espacios políticos donde interactúan los líderes y los escenarios donde los desempeñan. No es lo mismo la participación de los líderes junto a sus seguidores que con sus adversarios, sobre todo teniendo en cuenta que en ambos casos estarán siempre condicionados por los medios de comunicación que al final son los que nos hacen llegar la imagen pública personal, por un lado y la del partido al que representa, por otro. Las recientes elecciones generales han mostrado un giro hacia la figura personalizada de los líderes en detrimento de la formación política que aparentan dirigir. Este hecho ha reflejado, en opinión de los analistas políticos, muchos errores durante la campaña de prácticamente todos los líderes de las diferentes formaciones políticas que plantea un dilema con dos rutas claras. Por un lado, el partido que gana las elecciones no tiene opciones de gobernar, probablemente porque su liderazgo se ha basado en lo personal y no en lo estructural como partido político, y también porque sus posible alianzas no cuentan con el beneplácito de la ciudadanía ni antes ni después de las elecciones. Por otro lado, el segundo partido más votado en el proceso electoral ha explotado más la idea de partido al ver como la imagen de su líder no salía bien parada tras el debate entre adversarios pero, sin embargo, si tenía pergeñada una estructura de alianzas con otros partidos afines ideológicamente que tampoco le dan la opción para gobernar aunque la extensión de los pactos con otras formaciones no afines si le concedan esa posibilidad a pesar de que tampoco tenga la aquiescencia de la ciudadanía. En el futuro deberemos aclarar si los liderazgos podrán mantener la conquista ya lograda de seguir siendo democráticos entendiendo que la cualidad más sobresaliente del liderazgo es la integridad.

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