Libro libre

    20 ene 2023 / 17:31 H.
    Ver comentarios

    La mayoría de mis coetáneos, que han vivido historias parecidas a la mía, con más o menos ilusiones, preocupaciones, reveses y alegrías es ahora la generación que lucha cada día por seguir siendo considerados útiles, aunque sea sólo para ellos mismos y de paso no quedar arrinconados en la soledad. Por esta razón la mayoría de los mayores suele tener alguna afición a la que dedica una parte del tiempo libre y además realiza algún tipo de ejercicio con la intención de mantenerse en buena forma. Una ocupación bastante común es la de dar paseos con regularidad. Pasear por las calles de una ciudad como Sevilla es un privilegio que suelo disfrutar casi a diario junto con un buen amigo y compañero en la dura tarea de seguir viviendo y sobrellevar con decoro esa jubilación que podemos calificar como justa y necesaria después de largos años dedicados al trabajo y el cuidado y formación de nuestros hijos, que hace ya tiempo que tomaron el relevo y ahora continúan en activo, criando y educando de nuevo, ahora a nuestros nietos que lo son todo para nosotros. Esa es la rueda, ese es el círculo sin fin de la vida.

    Desde hace ya mucho tiempo tengo la costumbre de cocinar y una de mis aficiones que ahora no suelo tener ocasión de practicar es ir al campo a buscar setas y luego cocinarlas. Una mañana de marzo, decidí acercarme al mercado del barrio Tiro de Línea con la intención de comprar setas, porque en ese mercado hay un par de puestos de fruta y verduras que suelen tenerlas cuando es temporada. Ese día, a la entrada del mercado, sobre el mostrador de un puesto en desuso, había una buena colección de libros usados que me entretuve en revisar porque desde muy joven suelo leer con asiduidad, y aquellos libros estaban allí porque alguien los había querido poner a disposición de quien tuviese interés en ellos. Esa es una costumbre que se llama BookCrossing y goza de cierta popularidad. La idea es que aquellos que los encuentren y tengan interés, los lean y luego vuelvan a dejarlos en lugares públicos para que los libros sigan su camino. Hay una web y unas reglas que es voluntario seguir. Todavía no tengo opinión al respecto porque he entrado en dicha página web y me resisto a registrarme porque no me gusta ir dejando datos personales por internet.

    En cualquier caso, entre todos aquellos ejemplares de temas dispersos, elegí dos libros que me parecieron de interés. El primero de ellos titulado “Ilustrísimos señores” me convenció al momento debido a la identidad de su autor, el cardenal Albino Luciani, aquel amable y brevísimo Papa llamado Juan Pablo I. El libro en cuestión, se comenzó a editar nada más ser proclamado Papa y se publicó después de su muerte con una Presentación muy elogiosa del cardenal Tarancón y Prefacio de Igino Giordani, líder del movimiento de los Focolares, quien afirma en su panegírico, que Luciani es un enemigo declarado del tedio y un amigo manifiesto del gozo. No es mala carta de presentación esa breve definición tan positiva de un autor, e invita a leerlo. Tengo curiosidad por saber algo más de cómo pensaba y actuaba este personaje histórico y he comenzado a leer la obra. Consiste en una serie de escritos epistolares dirigidos a diferentes personajes, reales o de ficción, tan dispares como pueden ser Pinocho, Carlo Goldoni, Alejandro Manzoni o Goethe.

    El otro libro, titulado “Cuando enmudecen las sirenas” ya lo había leído allá por el año 1967, pero me apetecía volver a recordar mis primeros años en la universidad cuando tuve ocasión de conocer otra novela titulada Cuerpos y almas del mismo autor, Maxence van der Meersch, un escritor nacido en Roubaix (Francia) que en esta obra narraba con un realismo crudo la génesis y desarrollo de una huelga que exalta las pasiones y marca la vida de los obreros en las fábricas de la región minera de Roubaix-Tourcoing. Aquel día de primavera fue muy positivo desde un punto de vista literario, no así culinario y gastronómico, porque los deseados gurumelos que andaba buscando no habían llegado en esa ocasión al mercado. Pero tengo que agradecer a la providencia, que si no encontré satisfacción para mi estómago sí hallé alimento para cultivar el intelecto. Las dos obras citadas quedarán libres antes de fin de mes en el mercado de Triana.

    Articulistas