Libia, destrucción de un país

29 ago 2020 / 09:31 H.
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En la actualidad, asistimos a un nuevo orden, basado en el caos dominante en el Norte de África y en Oriente Medio. Como resultado de la seudo llamada primavera árabe, la mayoría de las revueltas fueron instigadas desde el exterior, se produjeron unos hechos cuyas consecuencias no estaban previstas o no eran demasiado claras. Y qué casualidad, que estos levantamientos se produjeron, mayoritariamente, en repúblicas laicas como Túnez, Libia, Siria, por ejemplo; mientras las monarquías feudales fueron un remanso de paz. Uno de los casos más llamativos fue el de Libia, donde la intervención de la OTAN, principalmente Francia, y el levantamiento popular, en menor medida, condujeron al sangriento derrocamiento del régimen del coronel Muamar El Gadafi.

No es que Libia fuera un modelo de democracia, ya que el régimen perseguía y encarcelaba a sus opositores, donde la mayor parte terminaba en el exilio, pero no era menos que Bahréin, cuya monarquía había sofocado con fuerza las manifestaciones pacíficas de su población, y cuyo Emirato eliminó de la faz de la Tierra la principal plaza de la capital, Manama, llamada La Perla, y que simbolizaba la contestación al poder. Pero Bahréin es una nación amiga y alberga una de las principales bases de la V flota de los Estados Unidos en Oriente Medio.

La amistad interesada llevó a Muamar El Gadafi a financiar, presuntamente, campañas electorales del primer ministro francés Nicolás Sarkozy y a regalar un caballo blanco a un presidente de gobierno nuestro, entre otras lindezas. Pero el coronel era un personaje complicado de manejar, y durante la guerra fría era difícil situarlo en alguno de los dos bandos. Libia era uno de los países con los más altos estándares de vida en África, con atención educativa y sanitaria gratuitas, y hoy en día cuenta con las mayores reservas del oro negro del continente africano. Ahora mismo, Libia es un estado fallido, y está sumido en una guerra subsidiaria cuyo objetivo principal es el control de las fuentes de energía, como son el petróleo y el gas natural. Las noticias que aparecen en los telediarios tratan la guerra que están librando los distintos bandos sobre el terreno, pero ningún medio habla del petróleo, ya que está en buenas manos, Total, ENI, entre otras multinacionales.

En estos momentos hay dos gobiernos sobre la escena, en el oeste, principalmente en la capital, Trípoli y alrededores, una coalición de milicias reconocidas por la ONU como gobierno único y legítimo, y apoyada por Italia, Turquía y Catar. Mientras, el este y el centro del país están contratados por un mariscal, antiguo compañero de armas del Muamar El Gadafi, y tutelado a su vez por Rusia, Francia, Emiratos Árabes y Egipto. A parte de estos dos entes, en el sur las milicias tribales y las mafias campan a sus anchas y se enfrentan entre sí, a la vez que se dedican al tráfico de emigrantes. Todos los actores del conflicto han provocado la destrucción de las principales infraestructuras del país: carreteras, aeropuertos, y uno de sus proyectos estrella, llamado el Gran Río Artificial, que era la construcción de unas kilométricas canalizaciones que llevaban el agua desde los acuíferos fósiles en el sur, cerca de las fronteras con Sudán y Egipto, hasta los principales núcleos de la población, situados en la costa. Más adelante vendrán a vendernos la construcción del país, mediante la emisión de una deuda impagable, como pasó en Irak.

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