¡Liberad a don Bernabé!

Don Bernabé Soriano recibió en 1915 los mayores honores por su humanidad y filantropía, hasta el punto de ser llamado “el médico” o “el padre de los pobres”. El monumento, costeado por suscripción pública, estuvo siempre en un lugar preminente; en el centro de la plaza del mercado; en la plaza de las palmeras, que lo rodeaban en el mejor momento urbanístico del lugar, hasta que con la democracia se le envió al exilio en la Alameda, del que volvió por clamor popular en la penúltima reforma —parece inminente un nuevo cambio— situándolo en zona peatonal de la embocadura de la calle de su nombre. Hace más de dos años, con el supuesto fin de protegerlo, el pobre hombre fue encerrado en una estructura de tubos metálicos y latón del suelo hasta la cima y ahí sigue, para evitar el eventual riesgo de recibir un golpe por el frecuente paso de camiones a una obra próxima. Sea cual sea la causa y necesidad de protección, don Bernabé no merece ese trato durante tanto tiempo. Si corre riesgos, hoy la técnica ofrece remedios menos contundentes para resguardarlo. ¿No será que estorba tan limpia y benéfica figura de servidor público y filántropo frente al egoísmo, trapacería y corrupción actuales?