Lealtad, divino tesoro

    17 may 2020 / 10:57 H.
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    La Real Academia Española define la lealtad, en su diccionario, como el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y la hombría de bien. Definición que suena a antigua, pardiez. Hablar de leyes de la fidelidad, honor y hombría a los políticos de hoy parece ilusorio. En estos dos meses de confinamiento he visto pedir lealtad a muchos gobiernos y miembros de la oposición en administraciones diversas. Es como el santo grial, que todo el mundo lo busca (parece que está en Valencia). El caso es que la lealtad es una cualidad que valoran los dirigentes de los partidos y es denostada por los críticos de esos dirigentes cuando la esgrimen como único valor de muchos de los acólitos del líder de turno para estar ahí. La lealtad o unión entre los políticos es solicitada por el noventa por ciento de los ciudadanos, según las encuestas. Ejemplos de lealtad los han dado diferentes líderes internacionales. Aquí estamos a la greña para debilitar al contrario (el gobierno de turno) o pidiendo lealtad para esconder que no hablamos con los que nos critican y así decidir sin tener en cuenta a quienes pedimos esa lealtad. Ambas posturas debilitan la democracia y son la panacea para el advenimiento o fortalecimiento de populismos y autoritarismos. Parecen olvidarlo.

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