Lazos morados

06 jul 2019 / 11:10 H.

Los números son fríos, aunque en la mayoría de facetas de la vida son fundamentales e imprescindibles; se asemejan a los reyes por su inviolabilidad y como tal no responden a los efectos de su actividad. El saber filosófico da sentido a los números, puesto que ayuda a las personas a interpretarlos. El filósofo sabe y enseña a la gente a aprender a través del pensamiento crítico. Así pues, la filosofía humaniza y complementa a las matemáticas. Algunos políticos deberían conocer, al menos, los conceptos básicos de la ética y de los valores morales “como proyectos de vida que en la práctica son desarrollados a través de las acciones” (Victoria Camps).

En estos momentos poselectorales ha surgido un concepto nuevo llamado “mercadeo político”, que es una adulteración del concepto “pacto político”. El mercadeo es un término economicista, normalmente exento de valores. El mercader trapichea con cosas y a él no se le puede exigir ningún tipo de valores. El mercader, en general, no asume que las personas son antes que la cosas. Algunos políticos están alcanzando los niveles más barriobajeros de ese mercadeo y como consecuencia hay bastantes asuntos de nuestras vidas que se ven seriamente afectados; pongo por caso la violencia machista, y me voy a centrar exclusivamente en el número de mujeres asesinadas hasta la fecha. La políticamente llamada “violencia de género intrafamiliar” es una triste y dura realidad que hay que combatir, pero la socialmente denominada violencia machista —jurídicamente “violencia de género sobre la mujer” — es una vergonzosa muestra de la barbarie humana que nos hace responsables a todos por igual. No es justo meter los dos contenidos en el mismo continente. Aunque existen políticos que incitan a las personas a confundirlos por intereses ilegítimos.

En algunos casos, el principio universal de igualdad por sí solo no puede alcanzar la finalidad igualitaria, a no ser que se complemente con el principio de equidad, que le ayude a alcanzar la auténtica justicia social. En este análisis habrá que detenerse un poco para poder profundizar algo en el problema. En el complejo mundo de las relaciones de pareja, entre hombres y mujeres, estas funcionan cuando se produce una relación gratificante entre ellos, mas existe el peligro de que en un instante, o en una acumulación de ellos, se puede pasar del amor al odio. En un supuesto conflicto, que normalmente se desarrolla en el escenario familiar, cada actor muestra sus armas. Ambos pueden utilizar la poderosa herramienta mental del acoso psicológico en una línea de relativa igualdad, pero el problema grave surge cuando el hombre hace valer su fuerza física para aniquilar a la mujer. Mil dos mujeres asesinadas hasta ayer pesan como una gran losa sobre nuestras conciencias, contabilizadas desde el año 2003. El impacto de los números habla por sí solo. Consiguientemente, los remedios para intentar detener esta depravación humana no consisten en tratar por igual el problema, sino combatirlo con un fuerte compromiso social activo y poniendo muchos más recursos públicos encima de la mesa para darle un tratamiento específico a la parte vulnerable de esta contienda. Un tumor maligno no puede tratarse solo con analgésicos.