Las palmeras de Jaén

13 may 2019 / 16:32 H.

Quizás no exagere si digo que Jaén, junto a Elche es la ciudad de las palmeras desde los tiempos de María Castaña, o sea, un saco lleno de años. Nunca tuvo el rótulo callejero la Plaza de las Palmeras, sino más de ocho nombres repartidos entre la república, la dictadura y la democracia con el actual nombre de Plaza de la Constitución. Este árbol oriental era la delicia de la niñez allá por los años cincuenta, pues sus ricos dátiles eran arrojados por piedras tiradas, sin tener en cuenta, así es de atrevida la infancia, entre la que me incluyo, los daños que podían ocasionar en los coches, bien poco que circulaban por sus alrededores. Me encanta la palmera cuando el viento peina sus enormes hojas, o los gorriones revoltosos gorjean en primavera, recién salidos del cascarón. Tengo postales antiguas de Jaén con la vista bucólica de la Senda de los Huertos, en el que el ciprés espiritual, pues siempre está mirando al cielo, la higuera monigala con la gota de miel en el culo, o la palmera erguida y robusta contorneaban una visión que nunca debió desaparecer de este Jaén tan poético y antiguo como las estrellas. Mi gozo en un pozo. Un escarabajo fitófago llamado picudo está liquidando las palmeras de Jaén. Doctores tiene la Biología para promocionar los medios adecuados y eficaces en defensa de la palmera de Jaén.