Las madres

La celebración pagana-comercial del Día de la Madre me da pie para despedir a mi madre que nos dejó en estos días. Se llamaba Concha y hasta diciembre pasado la felicitábamos el día de la Inmaculada (como a mi padre el día de San José porque así se llamaba). Madres, como personas, no hay solo una. Hay muchas en función de la vida personal y social que les haya tocado vivir. Hay unas madres amas de casa, otras trabajadoras, concienciadas como la de Máximo Gorki, egoístas o entregadas. Las madres, como cualquier persona, aciertan y se equivocan mucho. Pero siguen siendo madres y el sentimiento de amor maternal lo supera todo. Y, a veces, los hijos comprendemos mal cómo abordan las dificultades que entraña ser madre de varios hijos, de acertar con ellos uno a uno. Tener hijos es una gran responsabilidad y, a la vez, un ejemplo de amor y entrega. Por eso algunas generaciones hemos optado por no serlo. Nunca se aprende a ser padre, o madre, y, por supuesto, tampoco a ser hijo. Lo que prevalece en la vida cuando, por desgracia, debes hacer balance, es la voluntad de adaptarse a los tiempos y aceptar la vida que han elegido los hijos; el amor como ellos lo entendían; la dedicación y la capacidad de ser ellos mismos hasta el final. A pesar de todo y de todos. Mi madre lo hizo.