Las izquierdas ante el 9-J

09 jun 2024 / 09:39 H.
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El duelo entre las izquierdas es una de las principales batallas de las elecciones europeas en España. Ya no está Pablo Iglesias, que se cortó la coleta política, y ha abierto un restaurante en Lavapiés. Esa es ahora una barriada madrileña multiétnica, con mucha vida y vidas diversas, con numerosos teatros de ambiciosa programación, y también rincones en los que huele a especias y cannabis, con hombres de rostro oscuro y mirada triste sentados en los bordes de las aceras, y algún policía de paisano atento a quienes “bajan al moro” (Alonso de Santos). Lavapiés era hace 50 años la cuna del casticismo madriles, con tipos paseando con camiseta de tirantes blanca con una mancha de tomate frito a la altura del barrigón, que decían “Madriz”, y andaluces llegados del pueblo buscando una mejor vida. Francisco Umbral sostenía que “Madrid lo construyeron entre Carlos III y un albañil de Jaén”. Madrid era entonces como un caserío en el que los andaluces se deslomaban a trabajar. Podemos se fundó en 2014 en el Teatro del Barrio, en Lavapiés.

Irene Montero, ex ministra de Igualdad y número 1 de Podemos a Europa, ha repetido en esta campaña: “Izquierdita, izquierdita, que me quede como estoy”, en referencia irónica, un suponer, al actual Ejecutivo de coalición de PSOE y Sumar, partido al que también llaman desde Podemos “la izquierda guay”. Y a Yolanda Díaz “Yoyolanda” (por lo del ego). Paula Chouza ha escrito en “El País”: “Las alusiones directas de Podemos a Sumar son escasas, pero su condición de partido opositor les permite cargar día sí y día también contra la “inacción” del Ejecutivo de Sánchez”. La división de la izquierda es una constante endémica desde hace decenas de años, y no consiste en una cuestión de supervivencia, en que sus políticos persigan almorzar diariamente en un restaurante del entorno de Las Cortes en lugar de comer una lata de fabada Litoral en casa, sino que existe un importante sedimento de diferencias ideológicas como fondo. Durante la Guerra del 36/39, por ejemplo, la derecha y su Ejército constituyeron un bloque monolítico en busca de la victoria (que finalmente escribieron con mayúsculas), mientras la izquierda se perdía en un laberinto de ideas contrapuestas, en el que los anarquistas (muy fuertes entonces), por ejemplo, persiguieron hacer la revolución mientras se combatía en el frente, como refleja la obra teatral “Anarchía 36”, de Jerónimo López Mozo, mejor que cualquier ensayo histórico sobre el tema.

Irene Montero ha recurrido en campaña a un discurso aguerrido y eminentemente ideológico: “La izquierda tiene que ponerse en pie”; “es posible cambiar las cosas”. Mientras, el mensaje de Yolanda Díaz ha quedado algo diluido en su tono dulzón. Sumar, por errores de calado desde su nacimiento como espacio político en 2023 en aquel acto en el Polideportivo Antonio Magariños, es percibido por algunos como la “marca blanca” del PSOE. Y hasta combaten ante el 9-J contra la fuga de votos hacia el Partido Socialista. Enfrente está la derecha con los posibles pactos europeos con la extrema derecha. Pedro Sánchez ha vuelto a jugar la baza electoral de que lo visualicen como muro de los ultras. Feijóo ha clamado contra la Ley de Amnistía. E Isabel Díaz Ayuso, tan suya, ha insistido en lo de “me gusta la fruta”. España es un país eminentemente europeísta. Que exporta fruta. Al que a todos les gusta la fruta. Sin más. Sin connotaciones. Lo escribió Umbral en “Mortal y rosa”: “Me como una naranja y tengo un día anaranjado”. Pues eso.



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