Las horcas caudinas

    30 mar 2022 / 16:26 H.
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    La expresión ha quedado para la historia por la afrenta que, cuenta Tito Livio en el siglo II antes de Cristo, sufrieron los romanos engañados por sus vecinos los samnitas que, tras vencerlos y obtener la rendición, los humillaron haciéndolos pasar por el arco formado por dos lanzas clavadas y una tercera, horizontal a baja altura, en prueba de sometimiento. Esa ignominia se ha impuesto desde el Gobierno al Rey Juan Carlos I, obligado a escribir a su hijo que no desea vivir permanentemente en España y comprometerse a residir en ámbitos privados; Felipe VI ha debido asentir y prestar su anuencia. Una afrenta que ataca a la Monarquía, no a las personas y ni con ello se satisface la pretensión de Sánchez de más explicaciones que las dadas por “su” Fiscalía archivando las denuncias, cuando aquí ni los condenados por los ERE han explicado nada. No habiendo pasado por el banquillo —como tantos otros— se le pretende humillar con más severidad negándole la presunción de inocencia, la libertad y obligándoles a decir lo que no piensan. El buen Rey —el saldo de su reinado es muy positivo— debe vivir en paz, en su casa, donde quiera y le corresponda; sería lo justo; todo lo demás es pura infamia.

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