Las fresas de Alemania
Se ha puesto muy de moda, por influencia anglosajona, fundamentalmente de las películas y las series de EE UU, decir “teoría” cuando lo que de verdad se quiere decir es “hipótesis”. En ese sentido, ahora todo el mundo tiene y exhibe teorías para y por cualquier cosa, se aventura a enunciarlas, como si lo que afirmara estuviese demostrado científicamente o cuadrara milímetro a milímetro, pero en realidad se refiere a que posee ciertas hipótesis sobre algo, a decir verdad conjeturas, ideas más o menos peregrinas, elucubraciones vicarias y, en todo caso, prescindibles. Opiniones, en última instancia. Aquí en Andalucía —tierra históricamente maltratada por los señoritos— llama la atención la cantidad de veces que Juan Manuel Moreno Bonilla, Juanma para los amigos, nuestro presidente y amigo, nuestro colega, afirma teorías, cuando son hipótesis. Y de igual modo sus adláteres, ayudantes y lamebotas, que dicen una cosa y hacen otra bien distinta. Resulta que mantienen la teoría de que Andalucía crea empleo, pero no en sintonía con la tónica nacional. Esta creación de empleo solo se debe al impulso del gobierno autonómico del PP. En el resto de España, sin embargo, gobierne o no el PP, cada día se generan más puestos de trabajo pero, al parecer, según Feijóo, Bendodo y sus famosos asesores, lumbreras todos, es un fracaso y se está destruyendo empleo. Las cosas que hay que oír. Teorías sin pie ni cabeza. Qué le vamos a hacer, en un sitio se entiende y en el otro no. En un sitio triunfan las medidas del PP y en otro no. En un sitio fracasan las medidas del PSOE y en otro no. En un sitio hay medidas sociales que palian las graves carencias de nuestra sociedad, y en otro no. Y así sucesivamente. En cuanto llegue Feijóo al poder —bromea un amigo mío—, bajarán los impuestos, sabiendo perfectamente lo que significa encontrarse afiliado a la Seguridad Social, la cobertura que da, etcétera. O no. Y los que disponen de suficiente dinero para pagarse un seguro privado, pues ni se preocupan. Pasa lo mismo que con las fresas alemanas, esas frutillas que son una especie de paradoja, y recuerdo especialmente la película del sueco Ingmar Bergman, Fresas salvajes (1957), en la que el personaje principal meditaba sobre las fresas en los países del norte, pues son una entelequia, una suerte de quimera, porque hace mucho frío y la fresa necesita calorcito. Pues eso. Las fresas alemanas —todo el mundo lo sabe— son de Huelva, cómo no, pero han tenido que venir los diputados alemanes a meterle las cabras en el corral al señor Moreno Bonilla, y sus lúcidas teorías acerca de cómo pegar el pelotazo para esos terratenientes onubenses que quieren disfrutar legalmente de los acuíferos, cuando lo que de verdad debería hacerse es regular y establecer un marco razonable para conservar la marisma y el Coto. Hasta el presidente del Coto de Doñana, Miguel Delibes, les ha pedido rectificar. Argumentarán ahora que es un socialista irredento. Pero ahí queda esa absurda ley y este mundo absurdo retratado otra vez, aunque la culpa no es del PP, ni de Moreno Bonilla o Feijóo, sino de toda esa gente de bien, pero ingenua e insensata, que ha sido capaz de confiar en esta panda de señoritos desalmados y perversos que nos engañan día sí y día también. A todos. Incluso se engañan a ellos mismos. Entre ellos. Mintiendo descaradamente. Sin distinciones.