La vida de los enfermeros

Llevan la peor parte de la pandemia, han vivido lo más duro de sus vidas, muchos enfermaron, algunos murieron, los aplausos del atardecer fueron su única compensación; mientras ellos han estado en su sitio, por encima de sus posibilidades sin medios de protección —lo que es patente y nadie se atreve a negar— las administraciones iban a verlas venir. Resulta que esta falta de equipos, incumpliendo la legislación laboral y —si me apuran— hasta del derecho humanitario, al parecer no infringe sus derechos constitucionales. Desconozco el proceso pero me sorprende que dos años después, tras circular por varios tribunales, se dicta una sentencia en Jaén, debidamente salpimentada de citas jurisprudenciales, que desestima la petición de los enfermeros y aplicando el principio de proporcionalidad viene a concluir, no la ausencia de riesgo en el derecho a la vida, que es notorio, sino que “no se aprecia, dadas las circunstancias, ninguna acción u omisión que limitase derecho fundamental alguno”. Puede que sea ajustada a derecho —lo ignoro— pero no es justa y confío que sea revisada. Será que los enfermeros debían hacer lo que hicieron, ¿o es que son de otra pasta? Pues eso, que no lo entiendo.