La venganza de un cobarde

    19 abr 2023 / 09:05 H.
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    De entre todas las emociones, el odio es, quizá, la más repugnante. Además, ese veneno interior, el deseo de causar mal a otra persona, o a un grupo, tiene tendencia a ser permanente y frío, no se aplaca con el tiempo, por lo que se define mejor como un sentimiento. Implica premeditación y obstinación en lo perverso y puede tener su origen en la ira, el resentimiento, el asco y, sobre todo, en la envidia, tan omnipresente, y tan dañina. Pero, para ser un odiador, digamos profesional, consagrado, se precisa de la ausencia de ciertos atributos, como la valentía. Como dijo George Bernard Shaw, “el odio es la venganza de un cobarde intimidado”. El desquite de quien desea acabar con un rival imaginario, ya sea porque piensa diferente, vota diferente, reza a otro dios, o a ninguno, su piel es distinta, posee algo que él anhela o es lo que ambicionaba y no ha alcanzado en su vida. Y, entonces, empujado por los celos, se desata en él una fuerza imparable, despiadada, innecesaria y contraproducente. Porque el odio, a pesar de su vigor, es un nido de desgracias y el más insano de los sentimientos, e, indefectiblemente, deriva en una enfermedad que destruye al odiador más que al odiado, que, a menudo, y para su fortuna, o no se entera o mira a otro lado.

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