La Unión Europea no debería ejecutar una traición a sus principios

29 mar 2016 / 17:00 H.

El drama humanitario que asola en este momento a Europa, con los flujos de refugiados que huyen de la desolación y la guerra en Siria, ha puesto a la Unión Europea en una importante tesitura. Los principios del respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y protección y garantía de los Derechos Humanos, tal como se reafirman en el artículo 2 (TUE) del Tratado de Lisboa, deberían imponerse sobre la inercia de los burócratas y los políticos europeos, que no están dando la talla que se les reclama desde la ciudadanía.

Nos enfrentamos ante un problema de grandes dimensiones que requiere soluciones rápidas y operativas, pues de lo contrario, mientras en los salones, los lobbies y los despachos la diplomacia “juega a los dados”, miles de seres humanos se enfrentan con la cruda realidad del frío, el hambre y la incomprensión, en situaciones calamitosas que ofenden a la dignidad humana. Es verdad que nos estamos topando ante un problema poliédrico de múltiples dimensiones que requiere soluciones a corto, mediano y largo plazo, pero ello no invalida la obligación de actuar en el corto plazo para evitar que más de once millones de seres humanos desplazados de sus casas y que buscan asilo se hundan en la miseria de precarios campos de refugiados, bajo la lluvia e inundados por el agua y el barro. Por ejemplo, en el campo de Idomeni en Grecia el cuarenta por ciento de los desplazados son niños y niñas a los que hay que tratar los síntomas de congelamiento y salvar sus vidas gracias al esfuerzo de los voluntarios de las ONGs, cuya encomiable labor hace sonrojar a los Estados europeos que se muestran incapaces de reaccionar.

El vergonzoso acuerdo entre la Unión Europea y el primer ministro turco Davutoglu, que apuesta por la expulsión de todos los inmigrantes irregulares a Turquía, entre los que se incluyen a los refugiados sirios en busca de asilo, contradice al Derecho internacional y los acuerdos alcanzados en materia de asilo e inmigración, como la Convención de Ginebra de 1951 o la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. En la próxima reunión del Consejo Europeo, los jefes de Estado y de Gobierno de los países comunitarios deberían rechazar de plano este acuerdo por ilegal e inhumano, además de inmoral, cuando Turquía, que no está demostrando flexibilidad en materia democrática, se beneficiará con una suma de seis mil millones de euros por repatriar a los inmigrantes de Grecia a su territorio.

Habría que recordar a nuestros líderes europeos que no debemos renegar de los principios fundacionales que inspiraron desde su origen a la Unión Europea. Además, deberán analizar, seriamente, la etiología del problema, que sin duda se encuentra en los cinco años de guerra en Siria y donde las raíces del conflicto lejos de tratar de solucionarlas se han ido enquistando, cobrándose la vida de más de trescientos mil seres humanos.

En efecto, mientras se reúnen en Bruselas los dirigentes europeos, también se lleva a cabo otra reunión en Ginebra entre el representante de las Naciones Unidas, Staffan de Mistura, y los grupos beligerantes en Siria, que presenta numerosas aristas para los analistas. Pues se trata de un conflicto que nace con la Primavera Árabe, ante la reacción del pueblo sirio contra el régimen autocrático de Bashar Al Assad, que al ser duramente reprimido dio lugar a un movimiento interno en donde las facciones de sunitas y chiitas serían manipuladas por los Estados Unidos y por la Federación Rusa generando el caldo de cultivo que da nacimiento al Daesh. Siria se ha convertido en un polvorín donde los rebeldes de Al Nusra y Daesh controlan gran parte del territorio oriental y explotan importantes pozos petrolíferos que les permite financiarse colocando en el mercado negro, vía Turquía, los barriles de petróleo a precios competitivos que occidente compra “mirando para otro lado”. Para Putin es importante mantener el régimen de Al Assad y para Obama es fundamental que el dirigente sirio se retire. En la reunión de Ginebra se busca abordar un proceso de transición política para acabar con “la madre de todos los problemas”, como se ha calificado al conflicto sirio, en donde se intenta afianzar la tregua, en vigor desde el 27 de febrero de 2106, con el fin de llegar a un proceso de paz. Por su parte, Rusia ha anunciado la retirada gradual de parte de sus tropas en Siria, pero solo parece una estrategia de maquillaje, pues mantiene sus bases navales y aéreas en el país. No obstante, se contempla la posibilidad de alcanzar en un plazo de seis meses un Gobierno de transición capaz de organizar unas elecciones libres para dentro de dieciocho meses. Sin embargo, la figura de Al Assad es un escollo, por el momento insalvable, entre Rusia y los Estados Unidos; mientras el Daesh se aprovecha de las tensiones y de la confusión.

Solo atajando el problema en su raíz podremos evitar el sufrimiento de miles de seres humanos que huyen del flagelo de la guerra, una guerra que está siendo alimentada por las grandes potencias y a la que los Estados europeos miran de soslayo sin saber o querer tomar las decisiones oportunas. Como europeos y militantes europeístas sentimos desconsuelo y vergüenza por la falta de miras de los dirigentes europeos y esperamos que el Parlamento Europeo, donde se representan a nuestros pueblos, sepa reaccionar a tiempo exigiendo el giro oportuno que consuele el sufrimiento de miles de refugiados con soluciones justas y duraderas que sean acordes con la legalidad internacional.