La tórrida hoguera de San Juan
Una entrañable abuela británica, May Ashworth, cada vez que consulta en Google comienza las búsquedas con un prudente “por favor” y las acaba con un sincero “gracias”. Google UK reconoce que en un mundo de billones de búsquedas las de esta anciana les alegran el día. El factor humano, por tanto, es capaz de pillar con el pie cambiado al algoritmo del gigante tecnológico. Las formas nunca hay que perderlas por más que ahora el reino volátil y no tan unido de esta británica se haya despedido a la francesa de Europa.
En la madrugada mágica de San Juan, la luna lucía altiva y, mientras saludábamos al solsticio de verano, en la hoguera ardía Europa o, al menos, el concepto moderno de lo que pretendíamos ser. Los índices bursátiles al carajo, la calculadora en una mano y la sensación de que todo puede empeorar. El economista Ha-Joon Chan, un cocazo en esto de buscarle las cosquillas al capitalismo moderno, sostiene que la economía en los últimos 30 o 40 años desempeña el papel de la teología católica en la Europa medieval. Es la ideología que justifica el status-quo. Sin embargo, cuando creíamos que lejos de sentimentalismos, mensajes de Obama y postureo “british”, la relación carnal entre la libra y el euro era la que desequilibraría la balanza a favor de la continuidad en Europa comprobamos que erramos el análisis. Hay razones también humanas, aunque menos confesables, que explican este Brexit a medida, que cogen con el pie cambiado al algoritmo del Ibex. En sociedades deprimidas, el populismo, en sus distintas versiones, es la nueva “soma”, esa droga de la felicidad de “Un mundo feliz” que adelantara Huxley. Todo es posible en ese mundo soñado y a medida. Todos ufanos mirándonos el ombligo. El discurso, en ocasiones, xenófobo, de que Europa y los europeos nos roban ha calado en una isla históricamente terca (siguen conduciendo por la izquierda). Es lo malo de que el paradigma se reduzca a la transacción, en eso Europa perdió el encanto o se vendió mal.
Y con esta zozobra metida en el cuerpo, en una España anestesiada de escándalos, donde las tuberías del Estado rebosan al caer la tarde, nos encontramos a un paso de una nueva jornada electoral. Con la sensación de que lo podrían arreglar si coincidieran todos los popes en “El Hormiguero”, allí ante el invento del Hombre de Negro y con la presión de la audiencia se obraría el milagro. Pero la cara oculta de la luna esconde trincheras de otros tiempos. Solo así se entiende que el candidato de Unidos Podemos por Jaén, Diego Cañamero, desde Radio Jódar Cadena Ser para toda la España radiofónica, en su acalorada defensa de Andrés Bódalo —un hombre de puño fácil en palabras de Micaela Navarro— fuera capaz de hacer un “recuéntame” y meternos no ya en el lodazal de las dos Españas, sino en la fratricida España negra. “Bódalo no se lió a puñetazos, pero los socialistas sí que habéis usado hasta los tiros para matar a la gente”. Cañamero dinamita los puentes por la noche y, por la mañana, otra cuadrilla, empieza la reconstrucción. Puede que Pablo Iglesias, en su versión socialdemócrata, se llevara hasta un susto, aunque depende del día está más camaleónico o no. Nos dicen que España se la juega, otra vez, y tenemos también la sensación de que quieren que les resolvamos la papeleta, por más que fueran ellos los que se metieron en el lío. Las cosas se podían haber cerrado antes y de otra forma. Nos dicen que el domingo es el momento, de nuevo, de sacar del atolladero al país y, claro, es entonces cuando recapitulamos y advertimos que no se referían al partido contra Italia del lunes. Ya votamos, y perdimos ante Croacia, así que ustedes verán porque se la están jugando.