La semana del arte de Madrid, el reencuentro más esperado del sector

04 mar 2017 / 11:40 H.

El 22 de febrero se inauguraba la edición 36 de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO y, aprovechando su éxito de convocatoria, algunas ferias como ArtMadrid o JustMad ganan cada vez más notoriedad. Explicar qué implica asistir a una cita cultural de esta magnitud para un amante del arte no es una tarea sencilla, pero sí podemos establecer una comparativa con un ejemplo más “común”: la euforia y el entusiasmo que supone es muy similar a la de asistir al concierto de nuestro grupo favorito, ver una magnífica película en el cine o, incluso, todavía más, cuando el equipo al que apoyas llega a la final y la presencias. Créanme que no encuentro mejores ejemplos para reproducir las emociones que muchos enamorados de las artes plásticas experimentamos al visitar las ferias de arte que se celebran en Madrid esta semana.

Debemos afianzar los pilares y dejar muy claro lo que significa una feria de arte. Resulta muy lastimoso ver cómo cada año tenemos que sufrir y tolerar la “burla televisiva” que se hace de ARCO, ridiculizando el valor de algunas de las obras, centrándose solo en la austeridad del aspecto técnico y material, en lugar de resaltar su valor conceptual o la brillante carrera del artista —difícil olvidar el escándalo del vaso medio lleno de Wilfredo Prieto, que se vendió por 20.000 euros en la feria de 2015—. Es posible que de entre las miles de obras que podemos encontrar en las 200 galerías que integran el programa general de ARCO en este 2017, exista alguna pieza que sacuda nuestra atención por su aspecto desconsiderado u atrevido, pero esto sucede el 0,1% de los casos y, de cualquier modo, el motivo de dicha obra podría estar justificado. Es por esto que considero injusto adjudicar esa etiqueta de “bochorno o ignominia” a una feria que sobresale por su riqueza y valor cultural.

Es obvio que detrás de toda cita —sea cultural, deportiva o educativa— se gestan confabulaciones poco dignas en busca de intereses varios, algo que pone en tela de juicio la seriedad y profesionalidad del acto. Pero, más allá de la política especulativa, de los aspectos indecentes y comerciales que pueda suponer cualquier feria, es de vital importancia resaltar aquellos matices de una feria de arte que la hacen rica, valiosa y próspera para la estabilidad de los artistas y la cultura de nuestro país.

Para empezar debemos tener en cuenta que, desgraciadamente, España no cuenta con un generoso abanico de coleccionistas, y los pocos que hay, no siempre apoyan a los artistas nacionales, algo que empobrece y limita mucho a los creadores plásticos, llevándoles a tener que buscar otros trabajos alternativos que les permitan “supervivir” y seguir trabajando, a la vez, en su obra personal. ARCO atrae a cientos de coleccionistas de todo el mundo —más de 200 este año— dispuestos a invertir grandes cantidades en la adquisición de obras de arte, hecho que, sin duda alguna, resulta benefactor para los artistas y las galerías nacionales.

El aspecto negativo de la llegada colectiva de estos opulentos coleccionistas a nuestro país lo encontramos en diversas conjeturas que últimamente se han puesto de manifiesto relativas a la procedencia del dinero que subvenciona los gastos de viajes, dietas y hoteles de dichos coleccionistas, podría tener un ligero olor a recaudación pública. De igual modo esto es algo que todavía no ha podido demostrarse. Incluso de ser así la inversión de estos coleccionistas se supone que debería ser mayor que el dinero destinado a su llamamiento por parte de nuestro país, de cualquier manera todo son hipótesis figuradas.

El artista español, por lo habitual, sobrevive con recursos precarios gracias a empleos o encargos mal pagados, becas de producción o premios donde compite con cientos de creadores. Algunos pueden pensar que esta situación hace a los artistas más fuertes, pero es justo todo lo contrario, pues no solo los condena a vivir con muy poco en su día a día, sino que el hecho de plantearse un viaje a otra ciudad u otro país se convierte en una odisea. Es importante que sepan que un artista requiere nutrirse, empaparse y “contaminarse” de todo lo que se está generando en el resto del mundo, necesita tener vivencias con el arte de su tiempo para construir su obra a partir de esos cimientos. Si no puede trasladarse a otras ciudades, no puede explorar ni investigar, esto es un hecho terrible que empobrece el nivel cultural e intelectual de una comunidad. Es aquí donde ARCO vuelve a tener un papel importante ya que permite que todo el sector perciba en primera persona la cultura y la experiencia creativa de diferentes territorios.

De la misma manera, ferias como ARCO o sus “ferias periféricas” facilitan y proporcionan a los artistas y comisarios locales la oportunidad de exponer sus obras y propuestas a galerías, representantes de artistas, críticos de arte, curadores, gestores o entidades culturales de todo el mundo, abriendo así una ocasión única hacia el progreso y expansión de sus proyectos. ARCO, igualmente, es imprescindible por algo extraordinario que sucede cada año y que todos los artistas esperan deseosos, se trata del reencuentro con aquellos que trabajan y viven de manera intensa la experiencia artística, amigos y conocidos con los que desde la distancia y sirviéndote de las redes sociales compartes tu día a día junto al proceso creativo. Pasear por las ferias de arte no solo consiste en asombrarse, maravillarse o quedarse fascinado ante una obra mágica y misteriosa —como ha ocurrido este año con la pieza del peruano José Carlos Martinat— , sino que también supone abrazar a tus camaradas del entorno artístico; transmitirles energía y fuerza para que sigan trabajando y combatiendo los tropiezos en su carrera; preguntarles sobre cómo han salido sus proyectos y en que van a trabajar próximamente; gestar nuevos propósitos y colaboraciones con otros espacios y galerías; compartir un buen rato de charla y fiesta después de todo un año trabajando sin salir del taller. En definitiva, caminar por los diferentes expositores de una feria de arte es llenar la cabeza de ideas frescas y novedosas, llevándote a casa el calor y apoyo de tus compañeros a los cuales difícilmente volverás a ver hasta el próximo año, cuando todos viajemos a Madrid para ver que nos depara la semana cultural más efervescente.

Por último considero importante hacer un rápido recorrido por las diferentes ferias destacando aquellos artistas andaluces que han tenido representación, desafortunadamente, en esta ocasión, más escasa en comparación con otros años. En ARCO, Andalucía solo ha estado protagonizada por las galerías sevillanas “Alarcón Criado” con los artistas andaluces José Guerrero (Granada, 1979) y MP&MP Rosado (Cádiz, 1971) y “Rafael Ortiz”, con los artistas Equipo 57 y Luis Gordillo (Sevilla, 1934). A pesar de la escasa presencia de galerías andaluzas, sí pudimos ver la obra de otros artistas de la tierra en otros expositores: el granadino Antonio Montalvo, el malagueño Carlos Aires, la malagueña Leonor Serrano, la granadina Marina Vargas y el sevillano Guillermo Pérez Villalta. Quizá la única representación de artistas jiennenses era Jacobo Castellano (Jaén, 1976), que compartía espacio expositivo con el sevillano Miki Leal en la Galería F2. También hubo jiennenses en el resto de ferias: el grafitero linarense Belin mostraba uno de sus fantásticos muros neocubistas dentro de la feria debutante Urbanity y, dentro de la feria Drawing Room, pudimos ver obras de Ángeles Agrela (en la imagen) y Santiago Ydáñez.