La seducción del inocente

    22 sep 2019 / 11:10 H.

    Con este mismo título publicó un tal Wertham, en los Estados Unidos de los años 50, un libro en el que acusaba a ciertas publicaciones, como los comics de Batman, de alentar entre la infancia y la juventud comportamientos violentos o poco ajustados a la moralidad de la época. Algo que hoy podría resultarnos pueril dado el avance de las redes, la tecnología y el desarrollo de eso tan voluble y evanescente como son “los valores” que pretendemos transmitir a las generaciones que nos han de suceder.

    La infancia siempre ha despertado un extraño poder de seducción en los entes del poder. Manejar, manipular y moldear las mentes vírgenes es el mejor camino para establecer directrices, cercenar ideas o impedir comportamientos alejados de la ortodoxia diseñada. Si dejamos caer nuestra mirada por el complicado discurrir de la historia más o menos reciente siempre encontraremos que cualquier movimiento político, religioso, cultural o ideológico cuenta entre sus entramados con una sección infantil o juvenil. Nombres como “juventudes hitlerianas” pueden producirnos un escalofrío pero no olvidemos que, mucho más cerca en el tiempo y en el espacio, tenemos a nuestra disposición bastantes más adjetivos que añadir al concepto de “juventud”. Y muchos de ellos también deberían hacernos estremecer si nos parásemos a pensar.

    Seducir al inocente parece ser un objetivo indispensable. Los nacionalismos, por ejemplo, suelen forzar hasta la náusea los currículos escolares para proveer a sus supuestos horizontes de savia nueva y entregada. No hay ideología alguna que, literalmente, “deje en paz” a los jóvenes. Permitir la libertad de criterio, la capacidad de información, de discernimiento, nunca es deseable para quienes buscan acaparar realidades y someter sociedades. Educar con neutralidad, apertura de miras e intentando potenciar el espíritu crítico de las nuevas generaciones debería ser el primer paso de un futuro sin esa terrible “seducción”.

    Desgraciadamente no solo se pretende seducir ideológicamente a los niños y jóvenes. Existe otra lacra sangrante que nos atenaza. Los abusos a menores salpican a diario periódicos y noticiarios dejándonos con la duda de si realmente somos una especie evolucionada. De aquel bíblico “dejad que los niños se acerquen a mi” hemos deducido conclusiones perversas, caminos torcidos y realidades dolorosas. Dejemos a los niños y jóvenes crecer y desarrollar sus capacidades, alimentemos en ellos valores y sentimientos que los hagan ganar un futuro en libertad. Dejemos que nos seduzcan a nosotros ofreciéndonos una nueva y distinta visión del mundo y aprendamos de su mirada otra manera de crecer como especie. Seamos también, en suma, “inocentes” con ellos.