La Revuelta de los Fachelecos entra en Wikipedia por nuestra indiferencia

18 may 2020 / 09:00 H.
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Jaén Fase 1, ¿no? Apertura de terrazas para tu cervecita; entrar en comercios a comprar lo poco que te dejaste sin pedir por internet; los niños ya ni como excusa para quedar con tus amigos; solecito. ¡Claro, hombre, mayo! ¿Rebrote de contagios? ¡Qué va, qué va! Tú acércate a mí, que al oído y bien pegadito, codo en la barra y mascarilla, como los ‘canis’ se ponían la gorra, así de ladillo, te explico yo, que lo que de verdad está pasando, es que esto es un plan del Gobierno para tenernos callados. Pero míranos, aquí estamos tú y yo, compartiendo este platito de aceitunas, como buenos reaccionarios, y, mientras se nos siga diciendo que no hay que salir, yo, que con mi salud, al igual que con mi dinero, hago lo que me da la gana, imagínate lo que haré con la de los demás o la tuya misma por ejemplo. Sí, pásame la aceitera que acompañe el queso y le dé alegría. Gracias. Por cierto, ¿supimos algo de la denuncia de la Amargura contra Ayuso?

¿Sorpresa para alguien que haya repunte? Y digo repunte, porque es el eufemismo para evitar decir que suben los casos y volvemos a empeorar. Así, parece un dato anómalo y podemos seguir pensando en la Fase 2: bodas, fútbol, conciertos, y ya que vamos a contar mentiras, los viajecitos del verano, las playas, las semanas sin hacer nada y tralará. Todo, todo: el cántaro, la lechera y la ostia. Si total, estamos viviendo el “Show de Truman”, ese “1984” de George Orwell, en el que, lo único que vale, es lo que yo soy capaz de tocar con mis manos y, como los que yo conozco están sanos, Dios existe. ¿Que en qué me baso? Pues mira Italia, por ejemplo, que el mes que viene, reabre las fronteras. “Aluciflipando en chachicolores” es la única manera de resumir la ingente cantidad de adjetivos que se me vienen a la cabeza y, con todos atropellándose por ser el primero en salir, no termina saliendo ninguno. ¿Nos volvimos tontos de tanto ver series por las noches o como con las borracheras, no se nos notaba que fuéramos tan mal porque siempre había alguien peor?

Anualmente hay miles de ferias a lo largo y ancho del mundo, algunas de ellas más modestas como la de San Lucas, en Jaén, y otras tan multitudinarias como el E3 que se celebra en la ciudad de Los Ángeles. Muchas de ellas, como esta última que cito, hace tiempo que se cancelaron, pero otras, como la dedicada al que no es patrón de Jaén, siguen con fecha. ¿Pero qué nos pasa? Entiendo que en casa, a un niño, se le tengan que enseñar a ordenar las prioridades de su vida, pero que siendo adultos, se nos ocurran mil excusas para justificar anteponer cualquier cosa a la salud, es de ser del género tonto. Escucha, que no hay nada más sin salud; sin tu salud, se acabó todo: el piso que tienes sin pagar y que aún piensas que es tuyo y no del banco, esa promesa de viaje que tienes con tu familia a la espera de que crezcan un poco los niños y, sí también, todas esa lista de cosas por tachar que hiciste este pasado mes. ¡Espabila! ¿Otra evento concurrido? Venga, el festival de cine de San Sebastián. ¿Y sabéis que se presentará allí? La secuela más esperada de todo el 2020: “Coronavirus 2, el Regreso”. A la que todos iremos cantando y bailando, de la mano y riendo, negando la mayor, hasta que nos toque enfermar, y entonces, sólo entonces, pensaremos que, a lo mejor, sí que debimos quedarnos en casa.

Esta es la España de la Fase 1 Bueno, no entera. Resulta que Madrid, Barcelona y Castilla y León, se quedan en la Fase 0 confinadas, pero abiertas. El cuento de nunca acabar. Es que un primo mío viajó; es que quería que nuestra hija viniera a vernos al pueblo; es que tenía que acudir a una reunión importantísima. Y, al menos en la capital, ya os digo yo, que es previo paso por Barajas, Chamartín, Atocha o Méndez-Álvaro, más toda la red de metro hasta llegar al destino. Así, con sus miles de pasajeros diarios. No es que se está rifando una nueva pandemia, es que sigue siendo la misma.

Y ya que ha salido el tema de Madrid, pues qué queréis que os diga: España no es sólo Madrid, pero Madrid, sí es sólo España. Es una gran urbe llena de migrantes de cualquier parte de su geografía, donde uno puede ver casi de todo. No es lo mismo, pero sí lo es. Y en esta gran urbe se dan cosas tan inverosímiles como la de ver a los ricos quejarse de que no pueden salir de tiendas o ir a jugar al golf. A mí me pasa como a vosotros, la imagen del burgués que me obligaron a aprender, es la de “El Secreto de Puente Viejo”, el señorito del XIX, así que ver a los capitalistas con castellanos, vaqueros y chalecos sin mangas, pues me choca porque yo visto así. Bueno, sin castellanos. No, chaleco tampoco llevo. Pero ambos nos ponemos pantalones, eso sí. A lo largo de la semana han dado lugar a muchos ‘memes’ y son varios los nombres que se les han propuesto: que si los Cayeborroca, los Borjamaris, los Cayetanos... Puestos de seguido son nombres que encajan con ellos, ya los predisponen a una personalidad, los programan desde pequeñitos, a enorgullecerse de llamarse Francisco o Adolfo. Sin embargo, tengo que deciros, que el que más me gusta a mí, es el de FaChelecos: son fascistas, llevan chalecos y quieren ser como el Ché Guevara, un revolucionario de izquierdas. Humillados, de tres formas distintas, con una sola palabra.

El tiempo que hemos pasado recluidos, depende para quién, ha valido para que volvamos a coger esos libros que han estado cogiendo polvo en la estantería desde que los compramos, para que juguemos con nuestras parejas, para que le dediquemos a nuestros hijos ese tiempo que una vez nos juramos haríamos y evitarles pasar por la indiferencia paterna que nosotros sufrimos. Ea, para que hagamos todo eso que nos propusimos al formar una familia. Pero esta gente vacía, echa de menos sus vidas carentes de sentido, de polvos y conversaciones intrascendentes con las que tratan de llenar el hueco interno que el dinero no es capaz. Ellas: compritas, el salir y ver tiendas, arreglarse cada mañana para ir a tomarse su café diario a una cafetería, el pasar después por la peluquería a teñirse y, esconderse de esa soledad que ya, desde temprano, empezaba a pesar, volver a casa y preparar la comida hasta la hora del café, en la que poder intercambiar hipocresías con sus falsas amigas; ellos: a levantarse tarde, a ponerse a cuatro calenturas en la radio diciendo payasadas, y cuando la soledad acuda, fiel a la cita mañanera, salir corriendo a una mesa con silla y ordenador, a hacer como que trabajan mucho, para, al final del día, regresar a casa, previas copas con otros con los que presumir y alardear de los cuernos que le ponen a sus parejas. Eso sí, siempre de pago. Y esas dos soledades, que antes se camuflaban bien, entre qué tal estás, se sobrellevaban, ahora, los asfixia. Hasta el punto de manifestarse porque, como niños castigados, no los dejan jugar. Los problemas de los ricos. Cuatro abuelos fachas, tres padres oligarcas y dos hijos pijos, todos ellos disfrazados, salen a darse un paseo, diciendo las barbaridades con las que que se llevan retroalimentando toda la vida, ahora, con el confinamiento, como el buen caldo, espesitas. Los números no son ninguna tontería, y es que es ridículo, hasta para un señorito, ver a su padre protestar porque no puede salir a jugar. Se nota qué generaciones han campado más a sus anchas.

Lo peor de todo esto es que me avergüenzo de tener que tratarlos en un artículo. Si que ocho chavales vascos (Ohian Arnanz Ziordia, Jokin Unamuno Goikoetxea, Jon Ander Cob Amilibia, Julen Goikoetxea Larraza, Adur Ramirez de Alda Pozueta, Aratz Urrizola Ortigosa, Iñaki Abad Olea y Ainara Urkijo Goikoetxea) vayan a pasarse de dos a trece años de cárcel por el montaje policial del caso Alsasua nos da exactamente igual, ya ni nos acordamos, pero sale un grupo de, y será mejor que coja aire, ricos, pijos, irresponsables, insolidarios, ignorantes, creídos, peligrosos, franquistas, privilegiados, miserables, egoístas, mentirosos... con un palo de golf a golpear señales de tráfico para pedir libertad, y consigue copar los temas de conversación durante toda una semana, es que, como sociedad, estamos muertos. Y no soy yo el que lo dice, en palabras de Antonio Gramsci: “La indiferencia es el peso muerto de la historia”. Y nosotros, los indiferentes, los que lastramos el progreso; los que hacemos que la Revolución de los Fachelecos tenga entrada en Wikipedia.

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