La reduflación

24 may 2022 / 16:31 H.
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En estos tiempos existen problemas que emanan de acontecimientos volátiles que parecen no tener soluciones transparentes. Los responsables políticos temen enfrentarse a una realidad que los puede aplastar y prefieren que su autoridad aparezca ante la opinión pública como difusa y etérea. La opinión pública no ve una condición ventajosa, por ejemplo, en una estrategia comercial que ha visto nacer la reduflación, que es tanto como decir que el consumidor es víctima de un despotismo empresarial permitido por la corrección política y la problemática que arrastra tras de sí. A la opinión pública ya le gustaría que el responsable político de turno, actuara eficazmente para que los abusos comerciales no formaran parte de esas rémoras judiciales aplazadas sine die y que acaban por no solucionar los males enquistados de la sociedad. La reduflación consiste en el arte del disimulo, pues no altera el precio de venta, pero lo encarece porque oferta al cliente menos cantidad, hecho éste que aparentemente pasa desapercibido para un consumidor que no ha sido informado previamente y por tanto no puede recurrir su presunta ilegalidad ¿Existe un arte mayor que el de mantener los beneficios sin alterar el precio de los productos? No importa que se dispare la inflación o que se encarezca la materia prima, si puedo hacer un producto con ingredientes más baratos o irme a la práctica de reducir la cantidad, al fin y al cabo, nadie lo va a notar, qué importan unos gramos menos si al parecer se trata de una “táctica legal”. La base de esta estrategia comercial aparenta ser seria, creíble y realista, entonces de qué podemos quejarnos, si lo que procede es que pensemos que todo está bien ante unos ojos inexpertos que no ven que este es un estilo de vida dentro de otro estilo que difiere claramente de los intereses comunes, pero que siendo como es, de un uso muy extendido, no nos debería de parecer inapropiado. Entremos en el tema en profundidad o lo próximo que ideen tampoco nos saldrá barato. Ahí está el ejemplo del consumo energético que ha encarecido la factura de todo el mundo y solo nos piden que ahorremos o se verán en la obligación de tomar medidas que limiten el consumo de energía.

¿Podremos salir adelante de esta enésima crisis, podremos cambiar el patrón de consumo eléctrico, o éste tendrá que imponerse por la vía de los hechos consumados? Afrontamos una serie pautas que exigen una eficiencia generalizada, o el incremento de los precios, terminará por arruinar las economías que aún no están tocadas de muerte por una presión inflacionista que se manifiesta en el aumento del precio de materias primas como el petróleo y el gas natural, y todo eso, en medio de una pandemia vírica, una subida de los tipos de interés, o de una guerra en Ucrania de consecuencias impredecibles. ¿Alguien podrá hacer algo por controlar la inflación para que la economía no se recaliente más y termine por afectar a la producción y a las exportaciones y a las inversiones y a la creación de empleo que, junto a la transición climática y digital, serán factores que demandarán nuevos conocimientos y un reciclaje continuo? ¿Detectaremos nuevos casos de reduflación para que las empresas mantengan sus beneficios y disminuyan sus costes a costa de un indefenso consumidor que, si acaso se fija en algo, es en el importe que abona en caja?

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