La pobre Tragantía

    25 jun 2019 / 16:48 H.

    Las guerras de los hombres, por ambición, aunque digan hacerlas en nombre de sus dioses, provocan siempre eso que ahora llamamos efectos colaterales. La Tragantía fue un efecto colateral del que nunca supimos, suele pasar, su nombre propio. Un padre hiperprotector la encerró pertrechada de alimentos y luz en un sótano del Castillo de la Yedra de Cazorla cuando vio el avance del enemigo. Sucumbió pronto frente al contrario sin poder decir dónde se encontraba la princesa. La muchacha desesperaba en el ambiente lóbrego. La llama de los candiles menguaba con el agua y los alimentos. Nadie la rescataría. Cayó en un sopor incómodo, lleno de pesadillas, del que le despertó su propio tacto... Todo su cuerpo estaba lleno de escamas. Había sufrido una metamorfosis y era un tremendo reptil. Comenzó a cantar con voz fina y melosa: “Soy la Trangantía, hija del rey moro, quien me oiga cantar, no verá la luz del día, ni la noche de San Juan”. Cuentan que esa noche mágica consigue salir. Otros, sabiendo de su inmortalidad, afirman que conoció al Lagarto de la Magdalena, que el subsuelo y sus aguas son caminos desconocidos para humanos.