La pobre Consti

29 nov 2023 / 09:49 H.
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Ella llegó hasta nosotros (tras un larguísimo embarazo) en un frío diciembre de 1978. Se trata de una hija querida, aunque se produjeran múltiples disputas previas entre sus progenitores en torno al nacimiento de la criatura. La Constitución (o la Consti, que es como la llamamos en las reuniones familiares) ha sido, durante todos estos años, mimada y consentida. Le hemos dedicado fiestas, hemos bautizado plazas con su nombre, le hemos dado la razón en todas las discusiones, le hemos erigido monumentos conmemorativos, e incluso le otorgamos la última palabra en todo tipo de controversias.

Y, sin embargo, la pobre Consti también arrastra, como todo el mundo, sus propias incertidumbres y cavilaciones que sobrelleva como buenamente puede. Y es que, por intentar quedar bien con las gentes de distintas familias, a menudo antagónicas y de pensamientos diversos, incurre a veces en contradicciones internas que le generan un cierto desasosiego. Y, por otro lado, no goza de especial popularidad entre los vecinos de algunos territorios periféricos. Es, además, bastante influenciable, y a veces ocurre que se deja llevar por quienes ostentan, en cada momento, su confianza. Y en ocasiones, además, incurre en ingenuas bravuconadas cuando ella solita sin ayuda de nadie se autoproclama garante de derechos fundamentales como el de igualdad o el de libertad de expresión. En fin, sufre una serie de anomalías que son capaces de ir desgastándola, y poco a poco pueden llegar a ir minando su moral.

De hecho, a menudo asiste a diversas terapias, para ir chequeando esas discordancias, y algunos de sus psicólogos le aconsejan que tiene ir asumiendo ciertos cambios para adaptarse a los nuevos tiempos, así como a las demandas de la mayor parte de su clientela. Sin embargo, ella es poco flexible en ese tipo de cuestiones. Se tienen que dar un montón de circunstancias para que la Consti asuma cambios de cierta entidad en su forma de ser y en su modo de actuar.

Y el caso es que, dentro de muy pocos días, apenas una semana, va a ser su cuarenta y cinco cumpleaños. Y, lejos de mostrarse ilusionada por el aniversario, ella se siente sumamente inquieta. Y es que sus terapeutas no se ponen de acuerdo en determinadas cuestiones y la están sometiendo, a la pobre, a todo tipo de chequeos que la incomodan y la humillan y que vulneran su intimidad. En fin, que se siente violenta ante determinadas exploraciones bruscas e invasivas de su articulado.

Y, por otro lado, su día a día está lleno de incertidumbres. De hecho, ha vivido serios sobresaltos en fechas recientes. Sucede que algunas personas exaltadas, que antaño abominaban de ella, la han arrastrado de mala manera, durante varias noches, hasta ruidosas reuniones en las que, en su nombre, enarbolándola como bandera, criticaban e insultaban a sus rivales políticos.

Y la pobre Consti no sabe ya dónde se va a meter para que la dejen tranquila. A lo mejor va siendo hora de que, poco a poco, pasito a pasito, nos vayamos planteando la posibilidad de brindarle a la buena mujer, en un futuro no muy lejano, un más que merecido retiro. O, al menos, dado que aún está lejos de la edad legal de jubilación, podríamos nombrarla Constitución Emérita para que cohabite, durante los años que le queden de vida, junto a su eventual joven sucesora.

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